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26 de abril de 2024
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Por Adrián Taccone
Mundialitis, argentinitis... Sin parar
26 de junio de 2006
Todo es Mundial de fútbol. La gente en las calles. Las publicidades. Los programas de televisión, los diarios e incluso la realidad político-económica y de nuestras propias vidas.

Los argentinos sufrimos de "mundialitis", que nos hace estar pendiente de un partido como Túnez-Arabia Saudita como si fuera el mismísimo clásico de Avellaneda (Independiente-Racing) o la final de un ascenso.

En cualquier trabajo los empleados realizaron prodes, apuestas y demás juegos por dinero para poder pasar de una manera "más amena" el mes de la "pelota en la cabeza".

Las publicidades de telefonía celular, electrodomésticos, lácteos, y todo lo que uno pudiera imaginarse tiene el sello del Mundial de Alemania 2006, que se incrementa con el avance de la selección argentina conducida por José Pekerman en el certamen.

La agenda política está pendiente de lo que sucede con los muchachos blanquicelestes, y hasta el propio presidente Néstor Kirchner debió hacer un alto en su gira por España para ver el partido entre Argentina-Holanda con su par José Luis Rodríguez Zapatero en el mismísimo Palacio de la Moncloa.

la televisión se revolucionó con la competencia que se desarrolla en Alemania, y vasrios son los programas que transmiten desde allí, no solo los deportivos, sino también aquellos de interés general.

Incluso otras producciones se lanzarán "después del Mundial" para evitar así "perder por goleada" con algún partido de Argentina o Brasil, por poner un ejemplo.

Nuestra vida diaria se vio alterada por el desarrollo del Mundial. Los padres corriendo a buscar a sus hijos al colegio, en el entretiempo del partido Argentina-Holanda o aquellos que directamente no los mandan a clases para así no perderse detalle de los partidos.

Lo llamativo también es ver aquellas personas que no son muy fanáticas del fútbol y que se vuelcan a esta fiebre mundialista de manera de acoplarse y vivir la pasión que se transmite de generación en generación.

Voy a confesarlo. Me emociona como padre saber que mi hijo está pendiente del Mundial. Por lo que me gusta a mí el deporte, pero también por él, a quien el fútbol no le atrae como práctica, pero que en definitiva no puede renegar de los genes.