Cuando un equipo como River Plate, con toda su rica historia futbolística, sufre un estrepitoso fracaso como el ocurrido ante el Caracas de Venezuela (3-1), eliminación de la Copa Libertadores mediante, se debe hacer un análisis concienzudo y pedir responsables.

El primer responsable es sin dudas Daniel Passarella, quien no supo sacarle ventaja a un accesible grupo en la Libertadores frente a Colo Colo de Chile, Liga Deportiva Universitaria de Ecuador y el citado Caracas.

El equipo nunca jugó como para ilusionarse, pese al arranque positivo frente a Colo Colo (2-1 en Santiago), pero errores en defensa, falta de efectividad en la delantera y una baja notable en algunas de sus individualidades hicieron el resto.

Pero nadie se pone a pensar que River hace dos años y medio que no gana ni un título a nivel local, que en la edición 2007 también está Boca, que la rica historia es solo un recuerdo y que ninguno de sus conductores dirigenciales y técnicos hace un mea culpa con algo de criterio.

Siempre la responsabilidad es del otro, del suelo, del viaje, de la pelota que no dobla, de las suspensiones al estadio, etcétera.

Hay que llamar a las cosas por su nombre y la eliminación de River en la primera ronda de la Copa Libertadores, algo que no sucedía desde 1993, es lisa y llanamente un fracaso rotundo de la gestión Passarella y del presidente José María Aguilar.

Para colmo los hinchas ven cómo el San Lorenzo de Ramón Díaz funciona cual relojito suizo y Gastón Fernández, defenestrado por Passarella, es un jugador efectivízimo y agudizan sus penas sin poder entender.

Alguien tendrá que asumir sus responsabilidades. Dar la cara. Tomar decisiones. Por su propio orgullo, pero sobre todo, por la historia de River.