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25 de abril de 2024
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Por Adrián Taccone
Realidades diferentes, los mismos nombres
25 de octubre de 2009
El superclásico entre River y Boca, que terminó 1-1 en el Monumental, dejó varias cosas para analizar, pero sin lugar a dudas conclusiones muy concretas.

Ambos tienen realidades diferentes por necesidades opuestas, pero también dejó al descubierto que los nombres históricos suelen aparecer en el momento en que los partidos importantes lo ameritan.

Marcelo Gallardo, quien está recorriendo los últimos años de su carrera, esquiva lesiones cada semana y lejos quedó de sus épocas de gloria, volvió a demostrar que su pie derecho es un "guante" y abrió el superclásico con un tiro libre espectacular.

Luego aportó sólo chispazos de su juego, porque el ritmo del partido le demandó un esfuerzo que ya no puede brindar, pero el tiro libre que ejecutó -y dejó nuevamente mal parado a Abbondanzieri- pudo poner a River "en partido".

La táctica de Leonardo Astrada fue acertada y se mantuvo muy bien en el primer tiempo, pero en el complemento Alfio Basile movió piezas que le permitieron a Boca ganar en oxígeno y buscar el empate de manera aceptable.

El arquero Vega, de River, tuvo muy buenas intervenciones, pero un balón perdido en el área le quedó al eterno goleador Martín Palermo, quien colocó la pelota junto al palo izquierdo.

"Martín" aplicó una táctica personal que pareció recordar a lo que hizo Mario Alberto Kempes en el Mundial 78, quien en la primera fase jugó con bigote y no convirtió goles, pero en la segunda mitad del torneo se afeitó y terminó siendo el máximo artillero.

Esta vez Palermo jugó con una máscara, debido a una fractura en el tabique nasal, en el primer tiempo, pero casi no tocó la pelota y su juego pasaba desapercibido, pero para el complemento se sacó la protección y pudo empatar el superclásico.

Boca ahora seguirá en la carrera por pelear el título, mientras que River continúa buscando el equipo y tratando de modificar su presente de crisis, más cerca de los promedios que de los tiempos de gloria.