Difícil encontrar las palabras para poder explicar este momento, estas sensaciones que recorren la mente, las manos y el alma.

Si algún periodista le dice a usted, señor lector, que no es hincha de ningún club, no le crea, seguro que se está escondiendo en el secreto profesional, pero todos sabemos que aquellos que abrazamos esta profesión, hermosa y llena de satisfacciones y de las otras cosas, tienen algún equipo para poder alentar, porque son humanos y tienen una historia detrás.

El mío es un caso particular, porque nací en una casa donde ser de San Lorenzo era casi una obligación paternal, pero sabio mi padre, me dejó elegir.

Aún recuerdo cuando nos llevaba al Viejo Gasómetro a ver un San Lorenzo-River, y mi hermano mellizo Pablo y yo íbamos vestidos de jugadores, uno del "ciclón" y otro "millonario".

El paso del tiempo nos permitió compartir la triste historia del azulgrana en la vieja Primera B y allí lo acompañé con mi edad casi adolescente a recorrer partidos contra Temperley, Almirante Brown, Banfield y El Porvenir.

Fue un año para lograr el ascenso, de ese equipo que conducía Juan Carlos Lorenzo primero y José Yudica después, con jugadores de la talla de Jorge Rinaldi y Rubén Insúa, entre otros.

Ahora entiendo mucho más lo que mi viejo me explicaba por aquellos años, sobre la historia, la tradición, la pasión y la unión que había que tener tras la larga noche en que el club, por desaciertos institucionales (pérdida del estadio incluida), además del problema futbolístico.

Se ve que los dirigentes del fútbol argentino no saben, no entienden o no quieren saber o entender que las cosas cuando se hacen mal, se pagan, sea desde la administración económica, como también en la futbolítica.

Le pasó a San Lorenzo, más tarde a Racing, a Huracán, y ahora le tocó a River. A nivel internacional el descenso lo padecieron Juventus y Milan en Italia (aunque por cuestiones económicas) y el Corinthians en Brasil.

Sin embargo, a los hinchas de River poco le interesa lo que le paso a los demás, y ve su presente negro, oscuro y sin horizonte.

Lo cierto es que a 29 años de aquellos momentos felices, porque por cierto lo fueron, con mi padre siguiendo a San Lorenzo en el ascenso, la historia da un cachetazo a la ilusión y a mis ilusiones.

"A todos les pasa, así es el fútbol", me dijo mi viejo, Carlos, hace poco, mientras manejaba su taxi. Lo miré y no quise escucharlo, porque me parecía que no tenía razón. Sin embargo, debo decirlo una vez más, él tenía razón, la de la experiencia y la de saber más allá.

El cantante catalán, Joan Manuel Serrat lo reflejó en el tema "Soy sinceramente tuyo" y la frase viene perfecta para graficar este momento y esta sensación: "Nunca es triste la verdad, lo que no tiene es remedio".