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28 de marzo de 2024
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Por Adrián Taccone
Primero hay que saber sufrir... Después también
La selección argentina ganó en forma agónica ante Suiza por 1 a 0 -casi le empata- para llegar a cuartos de final. Sigue habiendo mucho por mejorar, pero Messi y compañía sortean todos los obstáculos
1 de julio de 2014
Explicar sensaciones a veces es tan difícil como querer entender cómo hicieron los egipcios para armar las Pirámides.

Pero la tensión y emoción por dosis iguales que se vivió en el Arena Corinthians de Sao Paulo para el agónico 1 a 0 contra Suiza que permite llegar a los cuartos de final del Mundial Brasil 2014, no hace más que revitalizar aquél lema argentino que para saber gozar, hay que saber sufrir.

Muchos pensarán que teniendo al mejor jugador del mundo todo debería ser distinto, más accesible, y que el mundial en "tierra enemiga" debe "ser un paseo".

Lejos de la realidad. Porque ya todos los equipos tratan -antes que cualquier otra cosa- parar a Messi, evitar que Argentina marque y aprovechar los espacios que deja atrás para golpear.

Se notó claramente con Suiza, cuando entre dos y tres jugadores rojos estaban encima de "Lio" como una sombra, para evitar que pueda hacer alguna genialidad, pero claro, como parafraseaba el Chapulín Colorado, "no contaban con su astucia, y en una corrida impecable, en el final del suplementario, cedió para Angel Di María, quien definió con una calidad impecable.

¿Errores? Muchos. ¿Aciertos? Algunos. Argentina deambula en este mundial entre lo que debería hacer como equipo y lo que finalmente concreta con las individualidades.

A los hinchas -en especial las femeninas- les gusta el "Pocho" Lavezzi, a otros la garra de Mascherano, hay quienes se inclinan por Romero y nadie discute a Messi, pero son pocos los que se atreven a decir que Argentina juega bien y que el funcionamiento colectivo es el esperado.

No. Y ¿por qué? Porque sencillamente a veces es el propio entrenador Alejandro Sabella es el que equivoca el planteo.

Se enmaraña en cuestiones tácticas que en grandes momentos del mundial no le salieron como pensaba y terminó gozando por un gol de Messi, una genialidad de Messi y por la suerte, generosa de los cromosomas y los padres de "Lio" de que haya nacido en Rosario y no en Rusia o Singapur.

Este tiempo de errores mínimos y virajes sin brusquedades son los que ponen a prueba aquellos conductores, dentro y fuera de la cancha. Argentina se sostiene por la magia de Messi, las manos de Romero y la capacidad de liderazgo de Mascherano.

Algunos comentarios pueden ser odiosos, pero tal vez, el equipo está teniendo la suerte que todo campeón necesita para alzarse con la gloria.