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Por Paul Krugman
Esto puede terminar en una crisis como la de 1930
15 de septiembre de 2008
¿El sistema financiero estadounidense se desplomará hoy o quizá en los próximos días? No lo creo, pero no estoy para nada seguro. La cuestión es que Lehman Brothers, un importante banco de inversión, está en bancarrota. Y nadie sabe qué pasará después.

Para entender el problema, el lector debe saber que el viejo mundo de los bancos, en el que instituciones instaladas en grandes edificios de mármol aceptaban depósitos y prestaban ese dinero a clientes de largo plazo, en gran medida ha desaparecido, reemplazado por lo que se conoce como "sistema bancario fantasma".

Los bancos depositarios, los de los edificios de mármol, ahora tienen un papel menor en canalizar los fondos de los ahorristas hacia los tomadores de créditos; la mayor parte de las transacciones financieras se realizan a través de complejas operaciones organizadas por instituciones "no depositarias", instituciones como el extinto Bear Sterns. y Lehman.

El nuevo sistema supuestamente iba a ser más eficiente en distribuir y reducir el riesgo. Pero, tras el estallido de la burbuja inmobiliaria y la consecuente crisis de las hipotecas, parece evidente que ese riesgo fue más bien escondido que reducido: había demasiados inversores que no tenían idea de lo expuestos que estaban. Y conforme las incógnitas desconocidas se fueron transformando en incógnitas conocidas, el sistema comenzó a experimentar corridas bancarias posmodernas.

Estas no se parecen a la versión tradicional: con pocas excepciones, no estamos hablando de multitudes de depositantes enloquecidos que corren a golpear las puertas cerradas de los bancos.

Hablamos de actores financieros que con frenéticas llamadas telefónicas y clics de los mouse cierran una línea de crédito o tratan de reducir el riesgo de incumplimiento de pago.

Pero los efectos económicos -congelamiento del crédito, espiral descendente en el valor de los inmuebles- son los mismos que los de las grandes corridas bancarias de los años 30. Y el problema es este: las defensas que se han creado para impedir la repetición de esas corridas bancarias -seguros de depósitos y acceso a líneas de créditos de la Reserva Federal- sólo protegen a los habitantes de los edificios de mármol, que no son parte central de la actual crisis. Esto abre la puerta a la posibilidad real de que 2008 sea una repetición de 1931.

Los funcionarios son conscientes de los riesgos; antes de que le asignaran la responsabilidad de salvar al mundo, Ben Bernanke era uno de los cuatro especialistas más destacados del mundo en la economía de la Gran Depresión. En el último año, la Reserva Federal y el Tesoro han orquestado una serie de planes de rescate ad hoc.

Los funcionarios y los banqueros privados pasaron el fin de semana encerrados en la Fed de Nueva York tratando de idear un acuerdo que salvara a Lehman o, al menos, le permita quebrar más lentamente. Pero Henry Paulson, secretario del Tesoro, se mantuvo inflexible en su postura de no "endulzar" el acuerdo aportando más fondos públicos. Muchos pensaron que sólo estaba fanfarroneando. Pero la ayuda no llegó, y aparentemente tampoco se llegó a un acuerdo. Paulson parece apostar a que el sistema financiero podrá asimilar el sacudón.

Pronto sabremos si fue valiente o estúpido. La verdadera respuesta al actual problema, por supuesto, habría sido tomar medidas preventivas antes de que llegáramos a este punto. Pero aquí estamos, en manos de Paulson, que aparentemente piensa que jugar a la ruleta rusa con el sistema financiero es su mejor opción.