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El multifacético Jorge Guinzburg, un humorista único
Además de triunfar en TV, fue un guionista exitoso, un productor teatral de relieve y un excelente periodista. Le faltó el cine y cerca estuvo de "jugar" en ese medio
12 de marzo de 2008
Por Roberto Aguirre Blanco.

Como hombre de la gráfica, acompañado de otros genios como Alejandro Dolina, Carlos Trillo, Jorge Guinzburg se hizo conocido como periodista y guionista desde la emblemática revista “Satiricón”, que tuvo su auge en la democracia de la década del setenta.

Luego de incursionar también en la publicidad como creativo, Guinzburg, naturalmente, descubrió la radio como una herramienta para trasladar sus ideas, juegos y humor tan particular.

Allí solidificó su sociedad con su amigo, Carlos Abrevaya, con quien escribió libretos de muchos ciclos, mientras comenzó, en los primeros años ochenta a guionizar la tira de la contratapa del Diario Clarín: “Diógenes y el Linyera”, que dibujaba el uruguayo Tabaré.

La llega a la televisión en 1986 potenció su presencia en la radio donde ya comenzó a conducir sus propios programas y a la vez colaborar con otros programas de TV con guiones e ideas.

En los noventa, el teatro fue otro de los lugares donde hizo conocer su material, primero fue actor, monologuista y participó en varios proyectos de otros productores.

Naturalmente, generó sus propios proyectos y luego de escribir algunas comedias, se interesó por reflotar el género de la revista, concebido como una gran show musical y de humor.

Lejos de las estridencias de las peleas de vedettes, Guinzburg buscó la calidad y tener entre sus figuras a mujeres hermosas como Catherine Fulop, y estrellas como Nacha Guevara, María Martha Serra Lima.

Siempre con nuevas inquietudes, el conductor de “Mañana Informales” tendía mucho más planes y uno de ellos era llevar a la pantalla grande un guión de cine propio.

Pocos saben que el “Woody Allen” argentino, a quien Guinzburg admiraba profundamente, estuvo muy cerca que revolucionar el humor del cine hace más de 25 años.

Por aquellos años, junto a Abrevaya, su socio de locuras frente a la máquina de escribir, escribieron un guión hilarante sobre un avión lleno de personas desquiciadas en medio de la locura de un secuestro.

Cuando estaban a punto de concretarlo, lo habían escrito en 1977, y se demoraba por la falta de presupuesto en el cine nacional, en Estados Unidos se filmó “¿Y, dónde está el piloto?”, literalmente, una mala copia del guión de Guinzburg.