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Acabamos de ingresar en el peor de los mundos
Por Joaquín Morales Solá para LA NACION
28 de mayo de 2008
Era la noche del lunes en Puerto Madero. Un amplio restaurante, casi siempre abarrotado de clientes, tenía sólo tres mesas ocupadas. Un mozo arrastraba los pies y el desaliento: “No sé qué pasa, pero hace 20 días que la gente desapareció”. Los taxistas se han convertido en una comunidad de llorones: “Paseamos todo el día. No hay pasajeros”. Una empleada de un shopping tiene todavía un consuelo: “Menos mal que hay turistas. Los argentinos dejaron de comprar”, dice. Los argentinos se mueven, en verdad, al ritmo del conflicto entre el Gobierno y el campo. Van de la esperanza al pesimismo o hacen el camino al revés, de acuerdo con las últimas noticias de esa crisis.

Las últimas noticias no son buenas. Néstor Kirchner y el peronismo rompieron anoche cualquier posibilidad de reanudación del diálogo con los productores agropecuarios. En el acto, el campo convocó de nuevo a la protesta y a los paros. Acabamos de ingresar en el peor de los mundos. El primer documento difundido por la flamante conducción del partido oficialista tiene el sello, el estilo y las ideas de su autor: el ex presidente. Kirchner venía barruntando que detrás de la protesta rural se esconde el propósito de crear un partido político. Anoche lo dijo, directo e inconfundible. Le será muy difícil al oficialismo volver de esa catarata de diatribas.

Mientras tanto, una suerte de psicosis social está de- sacelerando la economía. El Gobierno se pasó más de un año diciendo que no iba a enfriar la economía para combatir la inflación. La unanimidad de los economistas le aconsejaba bajar la demanda para acomodarla a la oferta real. El Gobierno se resistía. La economía se está enfriando ahora. ¿La culpa es del campo y no de las políticas oficiales? Una sospecha generalizada entre los ruralistas va hacia esa dirección. El Gobierno, aseguran, quiere hacer responsable al campo de la retracción de la economía y también de la inflación. "El objetivo del Gobierno es ahora destruir el apoyo social con que cuenta nuestra protesta", subrayan.

Desconfianza. Esa sensación está instalada más que nunca entre los protagonistas del conflicto. Néstor y Cristina Kirchner se han convencido en las últimas horas de que el objetivo central de los ruralistas es la desestabilización del Gobierno. De hecho, el documento de Kirchner los acusó anoche de los golpes de Estado que hubo en este país desde 1930. Se aferran a una frase poco feliz de Eduardo Buzzi en Rosario: "Los Kirchner son el obstáculo para el crecimiento". "¿Qué se hace con un obstáculo? Se lo remueve, desde ya", interpretan al lado de los Kirchner. Es una deducción elefantiásica de un concepto dicho al calor de la tribuna. Buzzi es el blanco predilecto de la furia oficial. Era un amigo que se pasó ahora al bando de los adversarios. No hay perdón para esa clase de conversos.

El conflicto no se resolverá nunca si cada protagonista está pendiente de una frase ofensiva. Aníbal Fernández, Carlos Kunkel, Luís D Elía o Hugo Moyano les han dicho a los dirigentes agropecuarios peores cosas que aquella frase desafortunada de Buzzi. Kunkel mismo delató que Buzzi había sido comunista y que no defendió a los guerrilleros perseguidos durante la dictadura. Buzzi es un peronista hasta en la manera de gesticular. Asegura que nunca fue comunista. No importa si lo fue o no lo fue. Lo de Kunkel se parece demasiado a una lamentable caza de brujas.

Alfredo de Angeli es un populista que siempre va hasta más allá de la prudencia. El domingo, en Rosario, le dio el argumento perfecto al Gobierno para levantar la reunión del lunes. Dijo entonces que volverían los cortes de rutas el martes si el lunes no había una solución definitiva al conflicto. "Así no se puede negociar", pretextó, en efecto, el Gobierno. Los Kirchner no quieren negociar, pero no por lo que dijo De Angeli, sino porque el matrimonio presidencial cree que el campo debe morder antes el polvo de la derrota. Bastante de ideología y una dosis no menor de equivocadas políticas han construido una pésima estrategia.

Sin embargo, el Gobierno ya averiguó hasta el nombre del propietario del campo que arrienda De Angeli. Asegura que es de los herederos de Alfredo Yabrán. ¿Qué tiene que ver una cosa con la otra? ¿Eso lo convierte a De Angeli en cómplice de las viejas fechorías de un hombre muerto? ¿Acaso el propio gobierno no alquila ahora aviones de una empresa que también es de los herederos de Yabrán? En un avión de esa empresa, alquilado por el gobierno argentino, llegaron al país Antonini Wilson y su valija con cerca de 800 mil dólares procedentes de Caracas.

Escuchas

Lo servicios de inteligencia están al rojo vivo. "Tenga cuidado con lo que dice porque mi teléfono está pinchado", se desconsolaba uno de los cuatro principales líderes rurales ante un periodista que lo llamó por teléfono. Los dirigentes rurales no están acostumbrados a esa clase de persecuciones. Los periodistas tienen los teléfonos intervenidos desde que se inventó el teléfono.

Los informes de la inteligencia oficial hurgan en los movimientos rurales, husmean sus conversaciones telefónicas e indagan en las historias personales de los dirigentes agropecuarios. ¿Qué dicen? Puede suponerse. Un ex presidente de la Nación suele señalar que los servicios de inteligencia no escriben sobre las cosas que pasan, sino sobre lo que el presidente en funciones quiere leer. "Todos mis enemigos eran muy malas personas cuando yo era presidente", recuerda, socarrón, ese ex jefe del Estado.

Hay una aseveración más o menos certera. Los dirigentes rurales han quedado atrapados entre dos intransigencias. La de los Kirchner, por un lado, y la de las bases rurales, por el otro, que querían volver cuanto antes a la protesta activa. El juego se terminó anoche. Ya ni siquiera se puede discutir sobre quién arruinó todo.

El último "no" lo ha dado el Gobierno, que levantó la reunión de anteayer y dio anoche el más duro documento que haya escrito el oficialismo sobre este conflicto. Quedaron en el camino algunas gestiones reservadas entre funcionarios y dirigentes agropecuarios. Un sector del Gobierno quería notificar a los dirigentes agropecuarios de supuestas medidas que la administración anunciaría unilateralmente. Se programaron incluso reuniones secretas. Todo eso duró hasta que habló Kirchner. El camino es el de la confrontación sin concesiones y el argumento formal sigue siendo la necesidad de redistribuir la riqueza. La Argentina es el único país del mundo que confunde la "caja" del poder con la riqueza de su sociedad.

La principal esperanza de muchos sectores sociales se fincaba -y se finca- en la conclusión del conflicto agropecuario. Creen, quizás ingenuamente, que el Gobierno se dedicará luego a combatir la inflación, a seducir la inversión y a promover las exportaciones. El tiempo pasa y otra vez el tren se está yendo sin la Argentina. En el mundo existen las mejores condiciones que el país tuvo en muchas décadas para hacer crecer su economía. Importa muy poco. El Gobierno está jugando un partido de fútbol. Vencer o perder es la única preocupación en la cima. Se trata de un pobre combate político.

¿Alguien podrá explicar algún día que una inoportuna frase de De Angeli bajó a la Argentina de aquel tren que viaja hacia el progreso?