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"Espejos siniestros": reflejos de terror
Kiefer Sutherland vuelve en este filme sobre espejos que se rebelan contra la Humanidad y en el que busca dejar atrás la sombra del popular Jack Bauer, de la serie "24"
1 de octubre de 2008
Se está poniendo cada vez más difícil ver películas de terror. Al género le han sacado tanto el jugo en los últimos 40 años, que resulta difícil encontrarle vetas novedosas al asunto. Luego de la última gran revolución del horror fílmico, llegada desde Japón en la década del 90 y de la anterior “vuelta de tuerca” lograda por Wes Craven en “Scream”, el cine de terror ya no tiene mucho más para ofrecer en la actualidad.

Lo que nos lleva a “Espejos siniestros”, el nuevo intento por remozar este desgastado asunto de asustar a los espectadores. Y no es que el filme protagonizado por Kiefer Sutherland sea malo o que no tenga algunas cosas rescatables. Es que, a menos que uno sea un adolescente que recién se inicia en el tema este de ver películas, los recursos empiezan a sonar un poco repetitivos.

Pero vamos por partes. Primero, la trama. En “Espejos siniestros”, el hijo del gran Donald Sutherland interpreta a Ben, un ex policía, que ha tenido problemas con el alcohol y que ha sido expulsado de su hogar, donde su esposa y sus dos hijos quieren que regrese, pero cuando cambie alguno de sus hábitos.

Puesto en campaña para recuperar su lugar en la casa, Ben se muda con su hermana menor, deja la bebida y consigue un nuevo empleo: vigilante nocturno en las ruinas de un centro comercial de Manhattan, que desde hace cinco años permanece abandonado a raíz de un incendio. Ya el primer día que entra a lo que queda de estos grandes almacenes se da cuenta de que todo está tal como quedó tras el siniestro, menos los espejos, que permanecen inmaculados.

Las cosas extrañas referidas a esos espejos recién empiezan. Pero para resumir, digamos que las cosas que se reflejan (y no sólo en los espejos, sino también en el agua o en los vidrios) tienen vida propia y están furiosas. Quieren algo y, en su afán por conseguirlo, no se privan de nada: desde deformar imágenes hasta “asesinar” gente.

El asunto es que el bueno de Ben, cuyo pasado alcohólico no le ayuda a la hora de conseguir quien le crea la historia, empezará a ser acosado por estos espejos, cuyo único mensaje se limita a la palabra: “Esseker”. ¿Qué es “Esseker”? Bueno, el filme se encargará de develar ese misterio.

No contemos más por el momento. Pero sí aclaremos algunas cosas sobre este filme:

1) No parece la decisión más acertada para Sutherland haber aceptado el papel cuando intenta despegarse del poderoso “fantasma” de Jack Bauer, su popular personaje de “24”, cuya sombra lo seguirá persiguiendo un rato largo. En “Espejos siniestros”, verlo con un arma en la mano, nos remite directamente a esa serie y nos “saca” de la película.

2) Quienes estén hartos de que los efectos de sonido sean los principales responsables de nuestros sobresaltos en las películas de terror, tendrán aquí más de un motivo para quejarse. El recurso de subir desmedidamente los decibeles de la banda de sonido para hacer saltar al espectador en la butaca vuelve a repetirse aquí, de manera efectiva, pero desleal.

3) Hay que decir, en favor de “Espejos siniestros”, que si hubiese sido filmada a comienzos de los 80, hubiese sido una película de culto, tal como sucedió con otros filmes de medio pelo como “Martes 13” o “Halloween”, que fueron elevados a categoría de culto, sólo porque la época era propicia.

4) En fin, no hay mucho más que pueda señalarse de “Espejos siniestros”. Bueno, sí. Quizás haya que agregar que la trama comienza con cierta dignidad, dentro de los parámetros paranormales del cine de terror. Es decir, crea un enigma e intenta aterrorizarnos con esa idea. Sin embargo, cuando llega la hora de explicar lo que ocurre con esos espejos y cuando escuchamos esa explicación, la cosa pierde un poco de rigor. Si a eso le sumamos que nunca termina de queda claro cuál es el verdadero poder que rige detrás de los cristales, concluimos que el guionista no terminó su tratamiento a tiempo.