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Pamela David: los deportistas rinden más en la cama
Casada con un basquetbolista con quien tiene un bebé de dos años, la morocha argentina más sexy dice que si el marido se lo pidiera estaría con otra mujer
6 de septiembre de 2009
Pamela David es la morocha más sexy de la Argentina, y ella lo sabe explotar.

En una entrevista con la revista Gente, se animó a hablar de casi todo, lo que a los hombres les interesa de ella.

– Ya que hablamos de fantasías, voy con una clásica: ¿estarías con una mujer?
– Mmm... Mirá: si me lo propone mi marido accedería, sólo por darle el gusto. Pero no por mí. No me interesa. Además, ya tengo una familia, ¿viste? Igual, mejor que no me lo proponga. No se lo recomiendo, porque soy vengativa y la puede pasar mal, ja. Conociéndome como soy, que me gusta elegir todo y que nadie me imponga nada... Lo haría sólo por él, pero para que se arrepintiera toda la vida de habérmelo pedido.

–¿Y a vos no te genera curiosidad? ¿Nunca se te tiró una chica?
–Cuando se me tiró una, ahí me di cuenta de que no me interesaba… Yo trabajaba en MTV. Vino una péndex –que era el público que me seguía– y me saludó. Ya el beso me rozó los labios. Y después, directamente me apoyó. Me molestó taaanto que ahí me di cuenta de que no, que con una chica la pasaría muy mal.

–Hace poco contaste que estuviste con dos hombres diferentes el mismo día.
–En realidad, me preguntaron cuál fue el lapso más corto en cuanto a relaciones ocasionales con diferentes hombres. Y contesté que horas: en un cumpleaños mío estuve con un hombre a la mañana y con otro a la noche. Pero, la verdad, me divertí más después, cuando salí a tomar algo con mis amigas.

–¿Qué te erotiza, entonces?
–Yo lo que tengo es mucha piel con mi marido. En nuestra pareja el sexo es algo muy fuerte. El por ahí se enoja, porque me dice: “Bueno, che, también hay otras cosas”. Y es cierto, claro. Pero el sexo es realmente muy fuerte. Podemos estar discutiendo, pero lo arreglamos antes de ir a dormir. Y eso es piel. No hay fórmulas ni recetas.

–Muchas mujeres, según dicen, no conciben el sexo sin amor. Para vos, como mujer, ¿existía el sexo sin amor?
–Seee, ¡totalmente! Creo que te podés enamorar una o dos veces en la vida... Y no es que tenés sexo una o dos veces. En un 98 por ciento de las relaciones, el sexo es sin amor. Pasa que las mujeres no lo admiten. Es una gran mentira. Yo tuve diferentes clases de amores, y fueron superándose. Ponele: nunca en mi vida pensé en casarme, hasta que dije: “Uy, sí: esto es amor. Me caso”.

–¿Rechazabas el matrimonio?
–Sí, siempre. Y muchas parejas me habían ofrecido casamiento. Apuntaban a eso, no a una cosa pasajera. Y yo siempre les dije que no. El matrimonio no me parecía natural, sino algo impuesto por la sociedad, que te dejaba toda la vida al lado de una persona.

–¿Y por qué con Bruno diste el “sí”?
–Porque me di cuenta de que eso era amor.

–¿Amor eterno? ¿Creés en eso?
–Y... espero que sí. También creo en las debilidades humanas. Me cuesta creer en la fidelidad. Porque yo he sido infiel y me han sido infieles a mí. Ojalá existiera el amor eterno.

–Alguna vez te escuché hablar de una etapa de “pirata”.
–Ja, sí. Tuve esa época, fui infiel, pero ya pasó. Desde que me casé soy como los caballos que llevan anteojeras: no miro nada. En casa tengo todo y no voy a buscar nada afuera. Bastante me costó encontrarlo...

–Lo encontraste, no lo buscaste.
–No, no, vino solo... Antes hubo casting, eh (risas).

–¿Tuviste una época de reviente?
–No, reviente, no. Al lado de lo que ves ahora, lo mío era nada. Están fatales las chicas. Y encima muchas la caretean: poco más y dicen que son vírgenes. Pero salía, sí. Todo arrancó de una desilusión: estuve muy enganchada con alguien hasta que me enteré de que... ¡estaba por casarse! Me dolió el ego. “Los hombres son todos iguales”, me dije. Y empecé a vengarme... Fui mala, muy mala con los hombres, engañera. Adrede, para que sufran.

–¿Y cómo los hacías sufrir?
–Y... De entrada les pintaba la novia ideal. Hasta enamoraba a la mamá, un punto clave, porque a los hombres les encanta que la madre apruebe a la novia. Y bueno, después les metía una patada.

–¿Todo eso planeabas? Muy cruel...
–Sí, sí. Fue una época corta, pero profunda. Epoca pirata. Y en la cama siempre fui muy egoísta. Quería disfrutar yo sola. El otro no me importaba nada. Siempre fui así.

–¿Y los hombres sabían cómo complacerte?
–Eso siempre hay que hablarlo… La comunicación es muy importante. Ah: y hablar durante el sexo. Me encanta. Decirnos cosas.

–A ver, ¿qué más te encanta?
–Pará, no puedo contar intimidades, que Bruno después se enoja...

–¿Sexo a toda hora?
–Sí. Puede ser de día o de noche. Es más: ahora estamos a full con el horario siestero. Y tenemos sexo todos los días, todos.

–¿Se filmaron alguna vez?
–Sí... Muy casero todo, con el teléfono. Después lo borramos.

–Después de mirar el video.
–Claro. Lo miramos juntos. Está bueno...

–Llevás un año y medio de casada. ¿La pasión está intacta, entonces?
–Totalmente. Así soy de creativa, también, para mantener la llamita.

–¿Los deportistas rinden más?
–¡Sí, demasiado! Bruno es el único deportista con el que estuve, pero se nota la diferencia.

–Al final no me contaste sobre tu nueva fantasía.
–Ah, cierto... Pasa que no me acuerdo, en serio. No sería tan buena, ¿no? Igual, no importa, ya se me va a ocurrir algo...