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Estreno de la semana: una sátira entre el cigarrillo, la salud y la moral
Con un elenco de figuras apenas estelares, "Gracias por fumar" propone una entretenida y lúcida mirada sobre el lobby de las tabacaleras y sus derivaciones éticas
25 de octubre de 2006
Hay que reconocerle al menos un gran mérito a Jason Reitman, guionista y director de "Gracias por fumar". Su película es al mismo tiempo una comedia, una despiadada sátira sobre la sociedad de los Estados Unidos, una fábula sobre la ética y una denuncia del poder de las corporaciones. Y en todos esos planos funciona más que bien.

Vayamos directamente a la historia. Nick Naylor (interpretado por Aaron Eckhart) es vicepresidente de una asociación que reúne a las grandes empresas tabacaleras de Norteamérica. Su función es lidiar con las relaciones públicas en sus dos vertientes esenciales: es el vocero del mundo del cigarrillo ante el gran público consumidor y es el lobbista que debe defender las posiciones de la industria ante los poderes públicos de aquella nación.

Sus tareas pueden ser un tanto disímiles. Un día concurre a un talk-show para enfrentar a las agrupaciones anti-tabaco, los médicos especializados en males pulmonares y hasta un niño afectado por un precoz cáncer. Al día siguiente debe sobornar a un ex fumador para que no demande a las tabacaleras. Unas horas antes tiene que llegar a un acuerdo con los popes de Hollywood para que vuelvan a incorporar los cigarrillos a sus grandes producciones.

Pero las más compleja labor que tiene Nick Naylor por delante es la de educar a su hijo, quien vive con su madre y el nuevo novio de ésta, pero que ha comenzado a interesarse por la carrera de su progenitor.

La situación, lo suficientemente rica como para seducir al espectador, ya reúne los suficientes elementos como para disparar múltiples tensiones. ¿Cómo hacer que concuerden los cínicos quehaceres rutinarios del vocero de las tabacaleras con la crianza moral de su hijo prepúber?, ¿cuáles son los recursos a las que apelan las grandes corporaciones para convencer a ciudadanos y dirigentes de que es necesario que mantengan sus beneficios?, e incluso, ¿cuáles son los fines que persiguen aquellos políticos que muchas veces dicen defender la salud pública pero sólo buscan réditos personales?

La ecuación que encuentra Reitman para conjugar todas esas tramas en una sola es una pequeña lección de eficacia y sobriedad. El personaje de Eckhart es, por supuesto, un hombre con problemas morales, pero al mismo tiempo alguien lo suficientemente simpático como para hacerse querer al menos un poco.

A su alrededor, se despliega una galería de personajes más o menos bizarros, pero que nunca llegan al punto de la extravagancia. Su hijo, el pequeño Joey encarnado por Cameron Bright. Sus jefes, en las manos de los siempre acertados Robert Duvall y J.K. Simmons. El senador anti-tabaco y pro-queso cheddar interpretado por William H. Macy. El excéntrico ejecutivo hollywoodense que compone Rob Lowe. Los lobbistas pro-alcohol y pro-armas que proponen Maria Bello y David Koechner. O la atractiva periodista interpretada por Katie Holmes (más conocida como la futura señora Cruise).

Con estos ingredientes y un poco más, la película despliega su parafernalia de conflictos que divierten en la superficie, pero que por debajo van dejando planteadas preguntas de espesor ético y político. ¿Qué es más relevante: evitar que el tabaco siga matando a miles de personas por semana o respetar su libertad de fumar? ¿Qué pesa más en las decisiones de Estado: el poder de las grandes corporaciones o la voluntad de los dirigentes políticos? ¿Quién son los buenos en los manejos públicos? ¿Hay buenos?

"Gracias por fumar" no es terminante al responder ninguna de estas preguntas. Simplemente describe el estado de la cuestión. Y lo hace de un modo que no sólo es irreprochablemente entretenido, sino que da margen para la reflexión sobre la marcha del mundo actual.

Que esta película se estrene en la Argentina en momentos en que las leyes anti-tabaco cobran fuerza en distintas ciudades del mapa vernáculo no hace más que sumarle un atrayente condimento de actualidad a un filme que, por sí solo, ya vale la pena.