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Brandán Juárez, un ejemplo del fracaso de la Justicia argentina
La liberación y recaptura casi inmediata del líder de "Los 12 Apóstoles" refleja los sinsentidos de la Justicia argentina pero también hasta dónde llega la maldad
29 de enero de 2011
Marcelo Brandán Juárez, el líder de los 12 Apóstoles que encabezaron el motín de Sierra Chica en 1996 liberado gracias al aborrecible "2x1" y luego detenido a los detenidos tras cometer otro crimen, no sólo refleja la cobardía de la Justicia argentina, sino también la maldad que anida en algunos seres humanos.
Al menos siete internos fueron asesinados por los cabecillas de la rebelión e incinerados sus cuerpos en los hornos del penal de Sierra Chica.
El feroz motín de 1996 incluyó cócteles mólotov y un arsenal de armas blancas, más de 150 navajas, punzones, mazas con clavos o cuchillas largas como lanzas fueron ocupados en el primer penal rendido, con algunos de sus pabellones reducidos a escombros, otros con rastros de sangre y un túnel de más de veinte metros abierto en el suelo de uno de ellos. Los zapadores se ayudaron con cemento, un tendido de luz eléctrica y ventiladores en su fracasado recorrido hacia la libertad.
El objetivo era atravesar el amurallamiento del penal y escapar por el solar donde acamparon los familiares.
Tal vez la mayor bestialidad cometida por los presos amotinados liderado por Brandán fue secuestrar y mantener cautiva a la jueza de Azul María Mercedes Malere.
La magistrada nunca reveló lo que le hicieron los presos durante esos ocho días interminables.
Apenas atinó a narrar un golpe en la cabeza.
Incluso, la magistrada negó haber sido vejada y mostrada desnuda encima de una mesa a los negociadores oficiales.
"Nos brindaron un trato respetuoso y no sufrimos agresión alguna", resumió.
Es un tema de su intimidad y habrá que respetarlo.
La sociedad espera que nunca más se le ocurra a un juez liberar a un delincuente como Brandán.
La mayoría de los presos asesinados en Sierra Chica rechazaron el motín o cumplían prisión enfrentados desde tiempo atrás con sus cabecillas, que aprovecharon la confusión y el tumulto para darles muerte.
"Creemos que cinco de los muertos estaban en contra del motín", aventuró Jorge Moreno. Otro de los muertos quiso desertar, "pero lo corren y matan frente la guardia armada".
Al menos siete internos fueron asesinados por los cabecillas de la rebelión e incinerados sus cuerpos en los hornos del penal de Sierra Chica.
El feroz motín de 1996 incluyó cócteles mólotov y un arsenal de armas blancas, más de 150 navajas, punzones, mazas con clavos o cuchillas largas como lanzas fueron ocupados en el primer penal rendido, con algunos de sus pabellones reducidos a escombros, otros con rastros de sangre y un túnel de más de veinte metros abierto en el suelo de uno de ellos. Los zapadores se ayudaron con cemento, un tendido de luz eléctrica y ventiladores en su fracasado recorrido hacia la libertad.
El objetivo era atravesar el amurallamiento del penal y escapar por el solar donde acamparon los familiares.
Tal vez la mayor bestialidad cometida por los presos amotinados liderado por Brandán fue secuestrar y mantener cautiva a la jueza de Azul María Mercedes Malere.
La magistrada nunca reveló lo que le hicieron los presos durante esos ocho días interminables.
Apenas atinó a narrar un golpe en la cabeza.
Incluso, la magistrada negó haber sido vejada y mostrada desnuda encima de una mesa a los negociadores oficiales.
"Nos brindaron un trato respetuoso y no sufrimos agresión alguna", resumió.
Es un tema de su intimidad y habrá que respetarlo.
La sociedad espera que nunca más se le ocurra a un juez liberar a un delincuente como Brandán.
La mayoría de los presos asesinados en Sierra Chica rechazaron el motín o cumplían prisión enfrentados desde tiempo atrás con sus cabecillas, que aprovecharon la confusión y el tumulto para darles muerte.
"Creemos que cinco de los muertos estaban en contra del motín", aventuró Jorge Moreno. Otro de los muertos quiso desertar, "pero lo corren y matan frente la guardia armada".