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Más que nunca, es tiempo de Nunca Más
La muerte del dictador Videla lleva a la reflexión de una sociedad que supo condenar a un hombre que hasta último momento creyó que hizo "el bien"
17 de mayo de 2013
Por Roberto Aguirre Blanco, de la redacción de Asteriscos.Tv

La mirada fría, el gesto y la voz castrense altisonante como perfil de identidad de un hombre que hasta último momento, con el discurso aprendido hasta el hartazgo y la conciencia impura, no aceptó reconocer los hechos que la justicia y la sociedad argentina esgrimieron como pruebas para condenarlo.

Sin el más mínimo respeto y la reprobación de casi todos los argentinos, murió el dictador Jorge Rafael Videla, el ejemplo más cruel de un plan sistemático de desaparición de personas y persecución de ideas que azotó a la Argentina en los oscuros años de la dictadura militar.

Tan convencido de una verdad impura, levantó las banderas de su "discurso” hasta el último suspiro, y como todo militar de raza, en la construcción del pensamiento más retrogrado que experimentó en el siglo XX el Ejército, se hizo cargo de todas las acusaciones en nombre “de sus subordinados”, aunque tuviera la incoherencia de desconocer a la justicia que lo condenó.

Ese rasgo parece ser el más impresionante de su triste historia, el desconocer la ley, primero al tener que aplicarla con el abuso que hizo durante su gobierno de facto de más de cinco años (1976-1981), y con el devenir de la Democracia, a partir de 1983, con todos los procesos que vivió desde aquel hito que fue el juicio a las Juntas Militares impulsado por el gobierno de Raúl Alfonsín, hasta 2010 cuando fue condenadp a perpetua por crímenes de lesa humanidad.

Como no olvidando jamás su condición de golpista y responsable de delitos aberrantes, se siguió enorgulleciendo de la "guerra" que aquellos militares llevaron adelante con la muerte de miles de personas, la desaparición de otras tantas, la detención sin juicio de militantes y defensores de causas sociales, y la apropiación sistemática de niños.

Sin perdón, ni la culpa ni el arrepentimiento, recorrió esto 30 años de democracia rechazando las acusaciones que lo imputaron como responsable de tanta muerte y tanto acto de violencia sobre la sociedad argentina.

Este oscuro integrante del Ejército, que además enlutó su propia fuerza, llegó a su cargo de jefe durante un gobierno democrático (1975) y juró defender este sistema el cuál violó ocho meses después con el impulso de las más sangrienta represión que se tiene memoria en el país.

Pero no solo fue muerte y sus manos vivieron manchadas de sangre, que ya de por si es un dato contundente para definirlo en la historia, sino también el socio necesario para un proyecto ideológico nefasto a nivel económico que destruyó y endeudó al país durante siete años de la mano de las políticas de José Alfredo Martínez de Hoz.

Quien narra este perfil del ex dictador es también un ciudadano que tuvo la oportunidad de vivir con conciencia, como tantos, los años de plomo de los setenta, y no puede substraerse a ser parte de este momento histórico.

Momento para recordar, ya en forma personal, aquella conferencia de prensa de 1979 cuando ante la valiente pregunta del periodista José Ignacio López sobre el estado de los desaparecidos, Videla hizo una exposición donde cada palabra denunciaba lo que negaba que existiese.

"Frente al desaparecido en tanto esté como tal, es una incógnita. Un desaparecido, no tiene entidad, no está, ni muerto, ni vivo...", esa negación es aún para aquellos que sufrieron la pérdida o la detención sin proceso de un familiar directo, un puñal lacerante que duele aún en el tiempo.

Nadie se puede poner feliz por la muerte de Videla, hacerlo sería entrar en el mismo juego de “vencedores y vencidos” que él quiso instalar en la historia.

Se va sin honores, con algunas verdades escondidas, condenado y con el repudio general de una sociedad que no olvida.

Es un punto bisagra de nuestra historia, tal vez el momento de comenzar a trabajar con la misma fuerza que se hizo para darle justicia al pasado, ahora en fortalecer el futuro.

Rara paradoja del destino en este 2013 que tiene las muertes de José Alfredo Martínez de Hoz, y ahora Videla, las cabezas más notorias del Golpe de 1976, en el año donde como sociedad se cumplen 30 años de la recuperación de la Democracia, para la cual “no restábamos preparados”, según los golpistas.

Tiempos donde mueren los dictadores. Tiempos de Nunca Más.