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Un Boca vacío cayó con Huracán
Sin Riquelme fue muy pálido. Con todos los titulares, sólo dejó una imagen interesante en los primeros minutos. Eliminado de la Copa
27 de julio de 2014
Huracán lo golpeó a Boca y lo dejó sin Copa Argentina. Vacío de Riquelme, el equipo de Bianchi se mostró como un conjunto valioso durante apenas media hora. Y no tuvo capacidad de reacción tras esos dos goles que los de Parque de los Patricios le marcaron en diez minutos. Así, Huracán se clasificó a los octavos de final. Así, también, demostró que tiene horizonte de Primera.

Un detalle relevante ofreció el partido: los dos se tomaron en serio esta instancia de los 16avos de la Copa Argentina. Pero no sólo por las formaciones que ofrecieron (sus equipos de gala, en ambos casos) sino también por la intensidad que involucraron. Más allá de esa sensación compartida, fue Boca el que mejor comenzó en ese contexto de dos equipos que no se guardaron nada. Presionó cerca del arco ajeno, trató de ser profundo, pero sólo lo consiguió ocasionalmente. Sin embargo, en el primer tramo de la mitad inaugural se mostró más lúcido, más audaz, mejor.

El Huracán incómodo del comienzo se fue convenciendo de que podía jugarle de igual a igual a ese Boca que, en la antesala de la temporada, aparece como uno de los principales candidatos al título (incluso a pesar de la ausencia de su emblema, Juan Román Riquelme). Sin grandes rendimientos, pero con el orden impuesto por Frank Kudelka, logró que el partido se desarrollara en territorio neutro, sin traumas en las áreas más allá de episodios de pelota parada.

El segundo tiempo, en su inicio, no varió las particularidades del final del primer tiempo. Parejo, sin grandes emociones. Hasta que llegó, a los 11, ese pase de Federico Vismara -impecable, punzante- para Ramón Abila, quien ganó en velocidad y definió de acuerdo a su apodo, como Wanchope , el histórico costarricense.

Ese grito de los de Parque de los Patricios fue un golpe para el equipo de Carlos Bianchi. Y lo sintió en dos aspectos: primero, en lo anímico, porque Huracán comenzó a creer que estaba en condiciones de dejar en el camino a su rival; segundo, porque en el juego Boca perdió capacidad para asociarse ante un oponente que jugaba con mucha intensidad y en pocos metros. El segundo tanto de Huracán, diez minutos más tarde, no se pareció a una casualidad: pelota detenida bien administrada, centro de Patricio Toranzo, cabezazo de Federico Mancinelli, resbalón de Agustín Orion y 2-0 para el Globo de Newbery.

Esa ventaja Huracán la supo sostener. Sin meterse atrás con exageraciones, con astucia para manejar la pelota. Boca fue la contracara: no tuvo respuestas y lo terminó padeciendo. Quedó preso de sí mismo y de un rival bravo, convencido, duro. Por un rato, de repente, bajo el cielo de San Juan, Huracán se sintió grande y de Primera. De algún modo, en este viejo duelo histórico, se reencontró con aquella impronta que añora.