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Masivas marchas en Brasil contra Rousseff y Lula
Se estima que más de tres millones pidieron la destitución de la presidenta y procesar a Lula Da Silva por el proceso de corrupción y lavado de dinero que involucra a empresas
13 de marzo de 2016
Una marea de más de tres millones de personas pidió la destitución de la presidenta brasileña, Dilma Rousseff, en un clima de fuerte descontento social por la recesión económica y un megafraude a Petrobras que salpica a la élite empresarial y política del país.

En la mayor protesta desde que eclosionó la crisis en 2015, millones de brasileños expresaron su irritación en todos los estados del gigante sudamericano, apoyados por partidos de la oposición.

La magnitud de las marchas es un dato sensible para Rousseff, que enfrenta un pedido de juicio político que podría terminar anticipadamente su mandato previsto hasta 2018, y también para quienes buscan combustible para ese proceso que está en ciernes en el Congreso.

"Estamos en la calle porque no aguantamos más este gobierno. Señores diputados, señores senadores, exigimos el impeachment de Dilma", dijo Rodrigo Chequer, líder del grupo Vem pra Rua, uno de los organizadores de la manifestación, desde lo alto de un camión.

La policía militar de Sao Paulo estimó que 1,4 millones de personas caminaron por la céntrica Avenida Paulista, muy por encima de las 500.000 calculadas por la encuestadora Datafolha. El portal G1 fijó el total nacional en más de tres millones sumando datos de la policía, pero sin contar la gigantesca procesión en Rio de Janeiro, donde no se realizan estimaciones.

Sao Paulo, la capital económica de este país de 204 millones de habitantes, ha sido el corazón de las protestas contra el gobierno y es allí donde esta tarde se mostraron líderes opositores como el senador Aecio Neves, derrotado por Rousseff en las últimas elecciones, y que también recibió abucheos de algunos manifestantes.

Por la noche, asesores del Palacio de Planalto dijeron a la AFP que Rousseff estaba reunida con varios ministros para evaluar el impacto de las manifestaciones.

Al cierre de la jornada, la Presidencia emitió un breve comunicado en el que se limitó a saludar el "carácter pacífico" de las protestas.

Imágenes aéreas mostraron en Sao Paulo una marea compacta de gente vestida de amarillo y verde, los colores de la bandera nacional. La escena se repitió en la capital, Brasilia, con una asistencia oficial de 100.000 personas, y en Rio de Janeiro, sede de los próximos Juegos Olímpicos, donde una apretada multitud marchó al costado de las playas de Copacabana.

Otros grandes centros urbanos como Belo Horizonte, al sureste, la sureña Curitiba, e incluso tradicionales bastiones del PT como el estado de Bahía o Pernambuco, en el noreste, también tuvieron importantes convocatorias.

"Vine porque estoy cansada de ver tanta corrupción y para reclamar por el desorden en que se convirtió este país. Basta de robo, basta", dijo Rosilene Feitosa, una pensionada de 61 años en Sao Paulo. "Yo voté por el PT pero nunca más", agregó en referencia al Partido de los Trabajadores, de Rousseff.

En medio de menciones al "fin del ciclo" tras más de 13 años del PT en el poder, la ciudadanía se quejó por el derrumbe de la economía, que cayó 3,8% el año pasado y continuaría su declive en 2016, y por los escabrosos hallazgos de la investigación en Petrobras, donde fueron desviados multimillonarios fondos hacia partidos de la coalición de gobierno.

"Cayó Cristina, cambió el Congreso en Venezuela, perdió Evo, y ¿quién caerá ahora? Dilma", arengó desde un camión uno de los organizadores, en referencia al término del mandato de la presidenta Cristina Kirchner en Argentina y a las derrotas sufridas por el oficialismo socialista en las legislativas en Venezuela y el presidente boliviano Evo Morales en un referendo que le negó un potencial cuarto período.

Unas 300 personas se reunieron frente a la residencia del expresidente Luiz Inacio Lula da Silva, convertido ahora en blanco de una causa por corrupción y con pedido de prisión preventiva por supuesto ocultamiento de bienes.

En Brasilia, los activistas levantaron un gigantesco muñeco inflable que se asemejaba a la figura de Lula vestido de presidiario. La multitud que ocupó la explanada que precede al Congreso vitoreó al juez federal Sergio Moro, cuyos fallos enviaron a la cárcel a varios empresarios y políticos enlodados en el caso Petrobras. Moro se convirtió en el símbolo de la lucha contra la corrupción, un mal que junto al desempleo en alza y a una inflación creciente llevó a Brasil a una espiral de desánimo que alcanzó a la propia coalición de gobierno.

El sábado, el mayor aliado que tiene el PT anunció que evalúa romper la alianza. El centrista PMDB, la mayor fuerza política de Brasil, debatirá durante 30 días si abandona a Rousseff o se mantiene dentro del gobierno. Una eventual salida fragilizaría al extremo a la mandataria, que tiene apenas un 11% de apoyo.

"Fue un fin de semana muy malo para el gobierno. Las manifestaciones se están mostrando muy poderosas, mayores que en 2015. Es el peor escenario posible", dijo a la AFP el cientista político Sergio Praça.

"El precio de apoyar ahora a este gobierno es muy oneroso y los políticos captan eso. Nadie va a querer hundirse junto al PT. Tal vez dos o tres partidos pequeños, pero las demás formaciones les están abandonando o piensan seriamente en abandonar. Está clarísimo que con unas manifestaciones tan grandes el riesgo para el gobierno aumenta mucho", añadió.