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Colombia liberó a 56 guerrilleros
Pasaron de la cárcel a un centro de vacaciones y en 4 semanas tendrán libertad definitiva. Con la arriesgada jugada, Uribe busca que las FARC liberen a Ingrid Betancourt
6 de junio de 2007
Avanzó el intento unilateral del presidente colombiano, Álvaro Uribe Vélez, por liberar a la franco-colombiana y ex candidata a la presidencia, Ingrid Betancourt, y a otros 50 rehenes de las FARC.

Con el objetivo de lograr un intercambio con la guerrrilla, Uribe liberó a los primeros 56 integrantes de las FARC que ya comenzaron a abandonar el penal de Normandía, en Chiquinquirá con destino a un centro de vacaciones especialmente acondicionado en el caserío de Chicoral, en la provincia de Tolima.

Allí pasarán las próximas cuatro semanas, en las que recibirán asistencia psicológica y realizarán talleres de reinserción laboral, antes de obtener la libertad definitiva.

En los próximos días, el resto de los que serán liberados abandonarán el penal de Chiquinquirá rumbo al mismo centro de "transición".

Entre los 56 rebeldes que renunciaron a su militancia a la guerrilla de las FARC, sobre un total de alrededor de 180, hay tres mujeres, una de ellas con su pequeño hijo de dos años, nacido en prisión.

El domingo, las FARC rechazaron la medida, la calificaron de "farsa" y exigieron la realización de un canje con acuerdo humanitario, más la desmilitarización durante 40 días de 800 km cuadrados (cuatro veces el territorio de la Capital Federal) para realizar el trato.

Pero el presidente colombiano redobló la apuesta y decidió liberar el lunes, a pedido del gobierno de Nicolas Sarkozy, al "canciller" de las FARC, Rodrigo Granda, para que haga de facilitador de un acuerdo humanitario.

Granda es un "duro" de las FARC y que no hará nada sin el visto bueno del jefe de los guerrilleros, Manuel Marulanda Vélez, alias "Tirofijo". No se comprometió a nada con el gobierno, además de rechazar su excarcelación.

La "jugada" de Uribe es audaz y que tiene poco que perder: aparece como un presidente que hace concesiones en favor de los rehenes, recompone su imagen desgastada por la "parapolítica" y le dice a la comunidad internacional que ahora son las FARC las que deben una respuesta. De esa respuesta —o de su silencio, que podría ser interpretado como un guiño— depende en gran medida que empiece a destrabarse la suerte de los rehenes.