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"Casino Royale": Craig, Daniel Craig
5 de diciembre de 2006
Su nombre, ya se sabe, es Bond. James Bond. Y ya va por su vigésimo tercera película, en la interminable saga iniciada en 1962, cuando el eterno Sean Connery se puso por primera vez el traje de 007 en “El satánico Dr. No”. Desde entonces hubo, como es de suponer, de todo. Grandes filmes, bodrios absolutos, siete actores que se pusieron los zapatos al servicio de Su Majestad y el crecimiento de una de las franquicias más rendidoras del cine de acción.

Cada cual tiene, por supuesto, su James Bond favorito. Sean Connery corre con ventaja. Fue el primero y le imprimió para siempre su estilo al agente 007. Era duro, tenía estilo y vivió el apogeo de la Guerra Fría. Roger Moore se limitó a trasladarle a Bond la personalidad de “El Santo”, su personaje televisivo. Sus detractores dicen que era excesivamente frío, que siempre estaba bien peinado, que era una suerte de espía metrosexual adelantado a su tiempo.

Pierce Brosnan, en cambio, fue admirado por su composición del agente con licencia para matar. Se puede decir que había nacido para ser James Bond. Lamentablemente, los guiones no lo ayudaban demasiado. Exceso de efectos especiales, tramas con demasiada fantasía y villanos imposibles, lo dejaron al frente de películas que no podían remontarse sólo desde el protagónico.

Con esa pesada mochila de tradiciones, traspiés y leyendas, Bond ahora vuelve con la cara del británico Daniel Craig. Desde que los productores de esta nueva versión de “Casino Royale” anunciaron su designación, el aluvión de críticas no se detuvo un instante. Que era rubio, que era petiso, que no tenía glamour. El pobre Craig apechugó con todo eso, bajó la cabeza y se metió de lleno en el rodaje de este filme de Martin Campbell.

Y ahora, que la película ya fue estrenada en casi todo el mundo, los enemigos de Craig deben tragarse sus palabras. El inglés sabe construir un personaje que siendo más cercano al original que los de Moore o Timothy Dalton o Brosnan, logra imprimirle su sello personal hasta hacerlo más falible, más humano e igualmente curtido por los avatares del espionaje internacional. Se podrán decir muchas cosas sobre este nuevo Bond, pero no se podrá negar que la apuesta por Craig fue, al mismo tiempo, arriesgada y fructífera.

Está claro que Daniel Craig es sólo la cara visible del James Bond versión 2006. Atrás hay una película y, para sorpresa de muchos, es una buena película de acción. La trama nos transporta a la iniciación de Bond como agente con licencia para matar, vemos el momento exacto en que el espía se gana su doble cero y, con él, la posibilidad de asesinar con la anuencia de la Corona británica.

Una vez pasados los títulos de apertura, llega la verdadera trama de “Casino Royale”. Afortunadamente, ya no hay aquí villanos megalómanos que planeen controlar el mundo con planes más propios de “Pinky y Cerebro” que de Ian Fleming. De una manera más sobria, más realista, Bond enfrenta aquí al principal financista del terrorismo internacional, de modo tal que todo terminará jugándose en una mesa de póker.

Mientras la historia avanza, Campbell hila una serie de secuencias que tiene una dosificación bastante precisa de pirotecnia y contenido. Pero no exageremos. Sigue siendo “una de James Bond”. Hay persecuciones reñidas con la física más elemental, hay explosiones, hay tiros. No es que falte la liturgia del agente 007. De uno u otro modo, vuelve el Aston Martin, vuelve el vodka-martini, vuelven los paisajes paradisíacos, vuelve el smoking, vuelve “M” (en la piel de Judy Dench) y sólo faltan Moneypenny y “Q”, el inventor cuyos artefactos no todos extrañarán.

Por supuesto, también vuelven el romance y las chicas-Bond. Un poco de la italiana Caterina Murino, pero sobre todo la francesa Eva Green, quien deja definitivamente atrás el prototipo de mujer simplemente funcional al donjuanismo del espía, para enamorarlo y subvertir toda la trama.

Mayor profundidad, mayor realismo, un poco menos de humor (y eso se transforma en algo positivo), algo menos de grandilocuencia, algo más de carnadura y profundidad en los personajes. Ese es el cóctel que nos sirve “Casino Royale”. Daniel Craig y Martin Campbell pueden mirar a los ojos a la historia de James Bond sin avergonzarse. Lo lograron. Contra todos los pronósticos agoreros, lograron que el agente 007 resucite una vez más y pronuncie su máxima universal: “Mi nombre es Bond. James Bond”.