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Un conflicto dominado por la crispación
31 de mayo de 2008
La estrategia elegida en el conflicto entre el Gobierno y el campo llevó la disputa a un punto de tal enfrentamiento que a esta altura sólo la esperada aparición del liderazgo que podría ejercer la presidenta Cristina Kirchner parece en condiciones de apaciguar.

Hasta ahora, ambos sectores en pugna han dejado que la pelea quede en manos de protagonistas que sólo han echado más leña al fuego.

De un lado, la Casa Rosada le cedió a Néstor Kirchner la iniciativa para llamar al orden al campo, pero el ex presidente, se sabe, no es hombre de gran inclinación por las actitudes contemporizadoras, y ha preferido disciplinar a una dirigencia
agropecuaria a la que considera "golpista".

Sólo así se explica el durísimo comunicado justicialista contra el campo, con cuyo espíritu varios gobernadores no habrían estado de acuerdo, pero que la flamante cúpula del PJ aprobó a mano alzada apenas el nuevo jefe del partido lo hizo leer.

También en esa lógica se inscribe la convocatoria un día después a sectores piqueteros encabezados por Luis D’Elía y Edgardo de Petri, que coinciden con la posición del jefe del justicialismo de que "a la oligarquía agropecuaria hay que ponerla de rodillas".

El jueves, y dando muestras de que en este conflicto el ex presidente decidió apostar todo su capital político, Néstor Kirchner reunió a legisladores oficialistas, como siempre a puertas cerradas, y les advirtió: "En esta pelea no se puede ceder. Siempre que cedió, al movimiento popular le fue muy mal".

El objetivo fue disciplinar a varios diputados y senadores que se ven presionados por los chacareros que les hacen manifestaciones y envían mensajes a sus casas en los pueblos del interior.

Del otro lado del campo de batalla, el horno tampoco está para bollos: dominan los discursos hombres como el entrerriano Alfredo De Angeli, el jefe de la Federación Agraria Eduardo Buzzi, y el líder de CRA, Mario Llambías.

A este núcleo duro ahora se sumó Hugo Biolcati, el número dos de la Sociedad Rural que reemplazará próximamente a Luciano Miguens en la presidencia de la entidad y que tiene posiciones más duras.

Furiosos contra el Gobierno, Buzzi y Llambías militan para que este lunes el campo sume al comercio y los servicios a una jornada de paro nacional, que significaría regar nafta sobre las llamas cada vez más ardientes del conflicto.

Atizados por la impactante movilización de Rosario del 25 de mayo, la dirigencia agropecuaria parece a un paso de cometer el error de confundir un reclamo sectorial con un llamado a una medida de fuerza nacional, de insólitas derivaciones.

En minoría, las cooperativas reunidas en Coninagro muestran caras de espanto y tratan de apagar el incendio con los pocos vasos de agua que tienen a la mano.

Las últimas reuniones de la Mesa de Enlace se hicieron en un clima enrarecido, donde Federación Agraria hizo ingresar a más "representantes" de los habituales, hubo arengas de tono subido para que nadie sacara los pies del plato y actitudes de presión
que provocaron revulsión interna en Coninagro.

Coninagro es la cámara menos poderosa de las cuatro de la Mesa de Enlace, pero tiene una particularidad: su mayor socio es la poderosa SanCor, la cooperativa más grande del país que viene apostando fuerte a la reapertura del diálogo con el Gobierno Nacional.

Esto explica que Fernando Gioino, el titular de Coninagro, haya salido a valorar el "gesto" oficial de morigerar las retenciones, aunque considerara insuficientes las medidas para los productores pequeños.

Los últimos anuncios formulados por el Gobierno parecieron quedar a mitad de camino, pero fueron al menos una señal de racionalidad en medio de un conflicto que perdió los estribos hace rato y va camino de cumplir tres meses.

En el Apocalipsis, el apóstol Juan puso en boca de Jesús la frase "Ojalá fueses frío o caliente, pero como eres tibio te vomito de mi boca".

Fue la muletilla preferida de Carlos Menem en los ’90, cuando en cada acto recordaba que "a los tibios los vomita Dios", para graficar la necesidad de tomar decisiones firmes.

Por estos días, y en una curiosa voltereta de la historia, Julio De Vido, el ministro de Planificación y alter ego de Néstor Kirchner, advirtió que "no es tiempo para tibios".

Las frases tienen impacto y caen bien para arengar a la militancia, pero el gran problema es que en el medio está una Argentina que observa con estupor una pelea que nadie se anima a detener y que, de continuar saliéndose de cauce, corre el riesgo de provocar la llegada de algo parecido al ‘Apocalipsis’.