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Temores empresarios espantan inversiones
7 de junio de 2009
La desorientación ganó los escritorios de las grandes empresas y bancos en la Argentina, y puso en estado deliberativo a buena parte del sector privado, que salió a buscar precisiones sobre cuál es el rumbo que el Gobierno pretende imprimirle a la política económica tras las legislativas del 28 de junio.

La estatización del sistema previsional, la colocación de directores de la ANSeS en una treintena de empresas -luego de haber prometido que no se haría- y la posterior decisión de la SIGEN de instalar auditores en esas compañías, terminó de cerrar
el círculo de las especulaciones más febriles por parte de los hombres de negocios.

A esto se sumó la inédita medida de impedir a Edesur distribuir sus dividendos porque, supuestamente, no hizo las inversiones comprometidas.

Desde la distribuidora de energía dicen todo lo contrario: debían invertir 324 millones de pesos y destinaron 405 millones, 80 millones más.

El temor de que la Argentina se incline por una suerte de vía venezolana, con una participación cada vez mayor de la burocracia estatal en las decisiones del sector privado, es una de las hipótesis que manejan sectores industriales y del rubro servicios.

Sólo el matiz diferenciador que ofrece dentro del oficialismo el gobernador bonaerense, Daniel Scioli, llevan algo de sosiego a las turbulentas aguas empresarias.

Quienes adhieren a esa hipótesis sostienen que la creación de Enarsa, las estatizaciones del Correo Argentino y la más reciente de Aerolíneas Argentinas, sumada a la nacionalización de las jubilaciones, fueron globos de ensayo destinados a preparar el terreno para un giro cuasi-chavista a un gobierno que necesitará
manejar con mayor firmeza los hilos de la economía en un escenario de crisis donde seguirá la sequía del financiamiento.

La salida encontrada para evitar la bancarrota de la papelera Massuh, utilizando fondos de la ANSeS y poniendo al frente de la empresa al polémico secretario Guillermo Moreno, es otra muestra citada desde sectores empresarios preocupados por el rumbo del "día después".

Pero el foco de conflicto mayúsculo que viene avivando el fuego de la preocupación privada está directamente vinculado con el episodio Techint y con las estatizaciones dispuestas por el gobierno de Venezuela, supuesto `amigo` de la Argentina.

Esta polémica, lejos de apagarse, se reavivó luego de que las nacionalizaciones continuaron y dejaron a la multinacional argentina fuera del negocio siderúrgico en ese país caribeño.

El tema hubiese quedado en un fuerte reclamo de las cámaras empresarias, pero luego subió de tono cuando Néstor Kirchner, citando a la propia Presidenta, acusó a Techint de repartirse dividendos en lugar de pagar lo adeudado a sus operarios.

Techint, la multinacional que hizo grande el mítico Roberto Rocca, salió por primera vez a cruzar duro a Kirchner, y desmintió de plano haber distribuido dividendos.

Desde el Gobierno sugieren que la amplificación del tema Techint por parte de influyentes matutinos obedece a la "sociedad" que la siderúrgica tiene con esos medios en Impripost Tecnologías, una empresa dedicada a "soluciones para el manejo de documentos e información".

La Casa Rosada se ocupó de difundir con generosidad esa información, en el marco de la pelea sin cuartel que el matrimonio presidencial libra con algunos medios.

La preocupación empresaria llegó a oídos del ministro de Planificación, Julio De Vido, el que más diálogo tiene con el sector privado.

De Vido mantuvo contactos con dirigentes de la UIA, a quienes les sugirió reducir el nivel de confrontación y les garantizó que la Casa Rosada no se encamina a profundizar el proceso de estatizaciones, sino que debió apelar a esa herramienta en casos puntuales para impedir que cientos de trabajadores se quedaran en la calle.

En el gobierno creen que hay fuertes sectores empresarios preparando el terreno para la llegada del santafesino Carlos Reutemann al poder en el 2011, y que por eso apuestan al desgaste de la pareja presidencial.

Esa llegada del eterno candidato presidencial sería más aceptable para el establishment empresario, que apuesta a un gobierno de consensos que aplique políticas capaces de atraer inversiones y no espantarlas, y que sepa contener a todos los sectores productivos.

También empiezan a ver en el ex corredor de Fórmula 1 al hombre capaz de encarar las correcciones que está necesitando un modelo económico, que desde la óptica empresaria empieza a exigir una reingeniería de fondo.