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El intento CFK de amordazar a las consultoras
25 de febrero de 2011
Con la multa de medio millón de pesos que se pretende imponer a la consultora Orlando Ferreres & Asociados, el secretario de Comercio Interior de la Nación, Guillermo Moreno, parece haber encontrado una nueva misión.

El multifacético funcionario busca amordazar a las consultoras privadas que difunden datos de inflación superiores a los informados por el Instituto Nacional de Estadística y Censos (Indec).

De paso, la avanzada del funcionario, con intimaciones, requerimientos y amenazas de multas, parece encerrar un mensaje hacia los distintos agentes económicos sobre lo que les podría ocurrir si cometieran el pecado de atentar contra el modelo generando expectativas inflacionarias.

Esa lógica incluye el dudoso razonamiento de que la preocupación de la gente por la inflación es generada por los datos que difunden las consultoras privadas, y no por las compras que día a día los ciudadanos deben realizar para vivir.

La idea de instalar el concepto de "sensación de inflación", que alguna vez dio vueltas en la cabeza de funcionarios, no prosperó ante el fracaso estrepitoso de la desafortunada frase lanzada hace casi siete años por el ex fallecido presidente Néstor Kirchner, cuando habló de la sensación de inseguridad.

"Los índices de inseguridad van bajando, pero la sensación de inseguridad aumenta porque tuvimos la idea de cambiar la cúpula de la Policía Federal", sostuvo Kirchner el 2 de junio de 2004, en referencia a 107 oficiales pasados a retiro, por si existiera el interés de consultar el archivo.

El Gobierno nacional se equivocaría si cometiese el mismo error argumental con la inflación, creyendo que apretando a las consultoras que relevan precios ocultará un proceso inflacionario que tiene raíces diversas, desde los formadores de precios hasta un gasto público que se va desatando cada vez a mayor velocidad, a medida que evoluciona el año electoral.

Las obras públicas son un caso testigo: la Casa Rosada bajó la orden a todos los encargados de esos emprendimientos de que deben terminarse a más tardar en septiembre, y para ello no se escatiman gastos. Se interrumpieron vacaciones a cambio de suculentos plus al personal y se destinan millonarios esfuerzos para lograr el gran objetivo de que la economía sustente el proyecto reelección.

Al mismo tiempo se busca instalar -con la ayuda de encuestadores 'militantes'- la idea de que a la gente no le preocupa tanto la inflación siempre y cuando haya reactivación económica.

Alguna vez el ex presidente Raúl Alfonsín -también fallecido- insinuó que un poquito de inflación no estaba necesariamente mal, y su gobierno terminó acorralado por una hiperinflación sin precedentes, una de cuyas postales inolvidable será la de la gente apurándose a sacar los productos de las góndolas porque detrás venía el remarcador de precios con la maquinita en la mano.

Los expertos sostienen que, siempre teniendo en cuenta el marco económico, un nivel inflacionario de entre un 2% y un 4% anual puede ser razonable en una economía en crecimiento como la Argentina. Pero esos niveles están muy lejos del rango de un 25% a un 30% estimado por consultoras privadas, y hasta del de un 10,9%, que el Indec midió para 2010.

Las consultoras que vienen siendo intimadas por Moreno siempre aclararon que sus estadísticas eran mucho más humildes que las que realiza el ejército de encuestadores del Indec.

Aún así, empresas, bancos, organismos internacionales y el resto de quienes toman decisiones en materia económica comenzaron a prestarle cada vez mayor atención a los datos difundidos por las decenas de consultoras privadas que se desempeñan en la Argentina.

El gobierno nunca se preguntó por qué el Indec perdió tanta credibilidad a manos de consultoras con recursos infinitamente menores, algo que nunca le había ocurrido desde su creación.

Hacerse el desentendido ante problemas de grueso calibre como la inflación sólo impide llegar a tiempo para intentar una corrección.

Como lo haría cualquier administración, el Gobierno nacional buscará en este año electoral poner el acento en los avances económicos logrados en los últimos años, que no son pocos.

Así, destacará a una economía creciendo al 9% anual, con excepción de 2009; al desempleo bajando del 24 al 7%; a la pobreza descendiendo del 53 al 30%; y al superávit comercial sostenidos por precios de los commodities que son los más altos de la historia.

Pero todo sugiere que el objetivo de atenuar la inflación, vía aumento de la oferta por mayor inversión, y manteniendo más a raya el gasto y la emisión monetaria, no debería perderse de vista, si se quiere completar un círculo virtuoso en serio.