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Un ajuste ortodoxo para intentar contener al dólar
EL Gobierno apeló a instrumentos de mercado para contener el dólar pero duda en hacerlo para frenar la inflación. Las resistencias en sectores ultrakirchneristas y la necesidad de equilibrar las cuentas públicas
8 de febrero de 2014
El Gobierno apeló a recetas ortodoxas para contener el dólar y logró enfriar la corrida cambiaria, mientras busca bajar expectativas inflacionarias, algo complicado si no reduce la emisión monetaria y achica el gasto público, para retomar la senda del superávit fiscal extraviada hace dos años. El Banco Central sorprendió a los bancos con una circular que los obliga a desprenderse de buena parte de los dólares que tenían cómo respaldo, una receta de manual aplicada en la Argentina en el 2003, y que ahora Juan Carlos Fábrega desempolvó en medio de la corrida cambiaria.

En paralelo subió las tasas de interés, una decisión que no será gratuita, ya que pondrá en el freezer muchas decisiones económicas y puede llevar a que en el 2014 la economía prácticamente no crezca.

El cimbronazo se sintió y el dólar bajó, aunque todavía el paralelo se mantenga por encima de los 12 pesos, un nivel que el gobierno considera elevado.

El Banco Central volvió a comprar dólares, bajó 15 centavos la cotización del oficial a $7,90 y fue fuerte la caída de precios de los bonos que se usan para comprar dólares en la Bolsa, lo que también derrumbó el precio de acciones.

El panorama se calmó también al trascender que las cerealeras liquidarán este mes 2.000 millones de dólares, más del doble de lo que entraron en enero.

Lo hicieron tras recibir señales inequívocas de la Casa Rosada de que hay margen para mantener el dólar oficial en 8 pesos. El gobierno necesita pasar el verano hasta que fluyan las liquidaciones de divisas por exportaciones agropecuarias, en especial de la soja, a partir de mediados de marzo.

Esto tendrá un doble beneficio: permitirá robustecer las alicaídas reservas monetarias y le dará más fondos al Fisco por la recaudación por retenciones.

Esto aliviará el frente fiscal, pero no alcanzará a solucionar el principal problema que afronta la economía argentina: las expectativas inflacionarias generadas por la emisión monetaria, el aumento del gasto público y el déficit fiscal, que volvió para quedarse a partir del 2012.

La necesidad de aquietar los bríos inflacionarios que desató la devaluación del peso en diciembre y enero demandó ahora volver a un dólar calmo y tasas de interés mucho más altas.

A esto se sumó la apertura parcial del cepo cambiario para permitir las compras de dólares a precio oficial para ahorro mientras devaluaban.

La compra promedio de divisas arrancó en unos 30 millones de dólares diarios, y ahora parece estar bajando, después de que la Presidenta amenazó con quitarle a los compradores los subsidios a la luz y el gas por tener "tanta capacidad de ahorro".

El problema para el que por ahora no se encuentra salida es la escalada de precios.

Los "precios cuidados", la canasta escolar y otras medidas son apenas paliativos, medidas de poco alcance más ligadas a la propaganda, y de control confuso para los consumidores.

La falta de éxito de estos nuevos acuerdos de precios tal vez explique que el ultrakirchnerismo haya impulsado un boicot de los consumidores con aval oficial, y que haya recurrido otra vez a la metodología del escrache en un momento difícil, con afiches que apuntan contra los principales directivos de las cadenas de supemercados y electrodomésticos.

La inflación en enero rondó el 5 por ciento, según datos coinidentes de la exdirectora de Precios del INDEC Graciela Bevacqua, del estudio Bein y de Indecom, el instituto que releva precios en comercios de proximidad.

Proyectado, este indicador eleva a 60 por ciento la inflación anual, un nivel insostenible y que le meterá presión a las paritarias.

No es casualidad que los docentes bonaerenses haya puesto ese 60 por ciento como meta de aumento. Los maestros nacionales arrancaron ya las negociaciones con el gobierno de Cristina Kirchner, y de su resultado dependerá la oferta que el gobierno de Daniel Scioli hará a los de Suteba y a los estatales, con quienes arrancará reuniones técnicas esta semana.

Pero para que esta ecuación cierre el gobierno deberá bajar en forma drástica las expectativas inflacionarias.

Necesita bajar la emisión monetaria, achicar los subsidios, reducir las importaciones de energía y fijar un horizonte de retorno al equilibrio fiscal para el segundo semestre del año.

Por ahora ha recorrido el camino inverso, ya que incluso aumentó subsidios sociales y volvería a subirlos en las próximas semanas para calmar el efecto erosionante que las remarcaciones están teniendo en la base social de los barrios más postergados.

Es por eso que el gran interrogante ahora es si tras aplicarse una devaluación ortodoxa, superior al 20%, el equipo económico se animará a adoptar las otras decisiones de fondo que parece demandar la Argentina, y asumir el costo político de aplicar más remedios amargos.