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La escalada del dólar siempre complica en una campaña electoral
Los arquitectos de la campaña electoral oficialista se preguntan qué sentido tiene no salir a cortar de raíz los intentos de devaluación si se tienen las reservas más que suficientes en el Banco Central
31 de julio de 2017
Por encima de los 18 pesos el dólar adquirió un protagonismo indeseado en la campaña electoral, para preocupación de los arquitectos políticos de Cambiemos, que ya tenían bastante con el regreso de una Cristina Fernández ´aggiornada´ para tratar de captar a la clase media. El presidente del Banco Central, Federico Sturzenegger, acostumbrado a la prolijidad de los power points y las hojas de cálculo, se le podrían quemar los papeles si los mercados consolidan su decisión de compensar el retraso cambiario antes de las elecciones primarias.

Los nubarrones se dibujan en el horizonte del oficialismo, que pareció subestimar la capacidad de daño que Cristina mantiene para los mercados.

La mayor pesadilla del establishment parece ser el retorno de la ex presidenta al gobierno, convencidos de que su tercer mandato podría envolver a la Argentina en forma definitiva en escenas de "chavismo explícito" y llevar al país a una economía cerrada.

El mercado no olvida que asesores de Cristina la habían convencido de que el país podía realmente "Vivir con lo nuestro", reduciendo al máximo las importaciones y peleándose con el resto del mundo.

Para ello hicieron falta el cepo cambiario, las limitaciones para operar en el mercado de divisas y el filtro de las compras al exterior a través de las Declaraciones Juradas de Importación, las temibles DJAIS, que no hicieron más que llevar a niveles estratosféricos los nichos de corrupción en la Aduana.

En el oficialismo hay molestia con Sturzenegger: consideran que se le escapó la tortuga en el peor momento con el manejo del dólar, y que ingenuamente creyó que se podía dejar librado a la oferta y la demanda la cotización de la divisa ante la proximidad de las elecciones.

"Esto es Argentina, con el dólar no se jode en las elecciones", dijo un macrista de paladar negro que se siente lejos de "Sturze".

Algo parecido había afirmado el fallecido ex presidente Néstor Kirchner, quien tenía un olfato especial sobre los fundamentos que movían el amperímetro de los argentinos.

Los arquitectos de la campaña electoral oficialista se preguntan qué sentido tiene no salir a cortar de raíz los intentos de devaluación si se tienen las reservas más que suficientes en el Banco Central.

Sturzenegger no dio respuesta a eso todavía, y su explicación de que deja actuar a las fuerzas del mercado en libertad es temeraria para una Argentina acostumbrada a fluctuaciones bruscas del mercado y disparadas inflacionarias de distintos calibre.

No es el único reproche que llega desde la Casa Rosada al BCRA: aunque traten de disimularlo, es evidente que la suba del dólar ya pegó en los precios, y no sólo en la canasta básica.

Electrodomésticos y autos no pueden escapar a la presión que ejerce la cotización de la divisa norteamericana, y eso ya se nota en la calle.

¿Lo reflejará el relevamiento de un INDEC que busca mejorar su credibilidad? Las principales espadas políticas de Cambiemos ya advirtieron que la escalada del dólar es inflacionaria y puede terminar de sepultar las chances de ganarle a Cristina en la estratégica provincia de Buenos Aires.

Como el "costo país" en su momento, la disparada del dólar afecta a los oficialismos y tiene capacidad demoledora ante cualquier intento de mostrar noticias positivas.

El problema para el gobierno es que mientras no puede capitalizar el incipiente crecimiento, la devaluación le puede volar por el aire los planes de exhibir una economía en recuperación.

Cuesta creerlo, pero décadas de devaluaciones periódicas parecen no haberle hecho aprender a la clase política que era cierto nomás, con el dólar no se jode.