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La inflación, ese cuco que ningún gobierno puede domar
En un país con avidez especuladora como la Argentina, aceptar que la política anti-inflacionaria atraviesa muchas dificultades encierra desafíos aún difíciles de ponderar. El polémico cambio de metas de inflación
7 de enero de 2018
La decisión de "recalibrar" las metas de inflación refleja la incapacidad de la política para poner en caja al gran cuco de los economía de las últimas décadas, capaz de fijar un límite difícil de superar al enunciado objetivo de reducir la pobreza.

A más de una semana del anuncio, aún no se entiende bien el ´sincericidio´ del equipo económico al arriar las banderas más temprano que tarde, y aceptar que el costo de vida de este 2018 será superior al previsto.

En un país con avidez especuladora como la Argentina, aceptar que la política anti-inflacionaria atraviesa muchas dificultades encierra riesgos aún difícil de ponderar.

Si a eso se le suma que enero, y sobre todo febrero, reflejarán ajustes en distintas variables clave que fija los precios, el escenario para todo el año se complica cada vez más.

El alza del dólar ya derivó en remarcaciones, que sumado a la inminente suba de los combustibles, y las ya anunciadas en el transporte y las prepagas, impulsan hacia el 5% el costo de vida acumulado entre enero y febrero.

Es decir, en dos meses ya se habrá absorbido un tercio de la nueva meta de inflación, del 15%, recalibrada para el 2018.

Si a esto se añade una muy probable baja en la tasa de interés que pagará este martes el Banco Central en otra megalicitación de Lebacs, el escenario se impone más que desafiante.

Si bien parece aceptable que mantener el nivel estratosférico de tasas por sí solo no sirvió para contener la escalada de precios, echar por tierra con la férrea estrategia contra la inflación sin exhibir un plan alternativo, deja más dudas que certezas.

En otras oportunidades los políticos argentinos se convencieron de que "un poco de inflación estaba bien" para permitir el crecimiento, pero esa hipótesis nunca pudo terminar de corroborarse en la realidad.

Los mercados financieros interpretaron la recalibración no sólo como una corrección porque no se alcanzaron las metas en el pasado, sino como una señal de que no se las quiere intentar alcanzar en el futuro inmediato.

El alza en la cotización del dólar forma parte de esa interpretación, que podría ser profundizada en la semana si el Central baja la tasa.

El presidente Mauricio Macri le reconoce al titular del Banco Central, Federico Sturzenegger, su contribución para que la inflación haya descendido del 40% en 2016 al 25% en 2017, pero se convenció de que el fundamentalismo en la aplicación de la ortodoxia económica corre el riesgo de asfixiar la reactivación.

Sturzenegger ya avisó que no pretende ser un obstáculo para la aplicación de la política económica, pero por ahora el jefe de Estado quiere que siga, porque al fin y al cabo permite llevar tranquilidad y dar garantías a los agentes económicos preocupados por las cuentas.

Pero el daño sobre la siempre polémica autonomía del Banco Central ya fue hecho, y ahora costará mucho recuperar lo que se había construido en estos dos años.

El gran desafío de Sturzenegger será justificar una baja de tasas en un contexto más dificultoso en materia inflacionaria, no sólo para diciembre, sino para todo el primer trimestre.

El Gobierno aún no logra bajar el déficit de manera sostenida para poder achicar el endeudamiento externo -este año colocará U$S 30.000 millones- y alentar la recuperación de la economía, despareja aún, ante inversiones que siguen teniendo gusto a poco.

Mientras Cambiemos busca aclarar el panorama económico, el Partido Justicialista parece haber iniciado un camino para resolver el desafío representado por la expresidenta y actual senadora nacional Cristina Kirchner. Convencidos de que una candidatura de la líder de Unidad Ciudadana en el 2019 se traducirá en nueva victoria de Cambiemos, dirigentes con peso en el partido fundado por Juan Domingo Perón parecen haber iniciado en serio un intento de reconstrucción.

"Para Cristina el bronce, pero nada de nuevas candidaturas", podría ser una de las frases que interprete el movimiento en curso.

Semanas después de haber sido elegido presidente del PJ bonaerense, el intendente de Merlo, Gustavo Menéndez, se reunió con el líder del Frente Renovador, Sergio Massa, y antes lo había hecho con el jefe de bloque peronista en el Senado, Miguel Pichetto.

Además, mantiene diálogo con gobernadores de peso en el justicialismo, como el salteño Juan Manuel Urtubey.

En línea con lo que viene cosechando en esas reuniones, Menéndez fijó cuál es la línea sobre la que intentará trabajar para "reconstruir la posibilidad de una nueva mayoría" para enfrentar al gobierno.

Por si hiciera falta, dijo no imaginar a la senadora Cristina Kirchner candidata para las elecciones de 2019.

El kirchnerismo perdió las últimas tres elecciones en lo que consideraba su bastión, la provincia de Buenos Aires, donde se amontonan casi la mitad de los votos del país.

Ese es un dato clave sobre el que el peronismo ha tomado nota y hay convencimiento en sus principales dirigentes en presentar una propuesta política superadora, pero sobre todo más amplia, si se quiere competir con posibilidades en dos años.

La fortaleza de María Eugenia Vidal, y los 60.000 millones de pesos de que dispondrá para hacer obras entre 2018 y 2019, encienden señales de alarma entre la oposición peronista.

Cierta dirigencia justicialista, con sentido común, empieza a entender que Cambiemos posee capacidad de gestión y podría consolidarse como el primer conglomerado político con llegada a sectores populares que durante 70 años fueron interpelados únicamente por el PJ.

Esto representa un desafío mayúsculo para cualquier dirigente que busque poner otra vez en el juego del poder a un peronismo que buscar dejar atrás la etapa kirchnerista para volver a las fuentes.