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Un ajuste cada vez más fuerte que encierra alto riesgo
Macri aún no logró convencer de que su política de 'austeridad' recaerá sobre los hombros de todos los argentinos en forma equilibrada. De ese objetivo tal vez dependa buena parte del futuro de un proyecto de cambio capaz de empezar a terminar con la decadencia argentina
3 de febrero de 2018
"Ahora o nunca." Esa frase recurrente vuelve a sonar en estos tiempos turbulentos en la Argentina, donde el gobierno decidió acelerar el ritmo del ajuste porque considera que en 2019 no habrá margen para adoptar sus "medidas de austeridad". Es que ese año Cambiemos deberá revalidar sus títulos electorales, y evitar el regreso del "populismo", ese conglomerado político que, a juicio de la óptica oficial, dejó a la Argentina al borde de convertirse en Venezuela.

Cierres de organismos, reducción del 25% en la plantilla de cargos políticos y hasta el despido sin contemplaciones de cualquier funcionario que fuese pariente de algún ministro, fueron parte de la jugada.

Esa movida persiguió el objetivo, además de achicar el gasto, de predicar con el ejemplo en momentos en que se produce un fuerte recorte de empleos, cierran compañías y el consumo cae con fuerza, a tal punto que un hipermercado de primerísima línea decidió cambiar todos sus carritos con un detalle: ahora cargan la mitad que antes.

La última novedad fue la liquidación de la emblemática Lotería Nacional y el achique del sobredimensionado Directorio del Banco Nación.

En general, desde 1983 a esta parte, los directorios de las entidades financieras públicas sirvieron para colocar allí a aquellos dirigentes a los cuales se les debía algún favor de campaña.

El problema es que cobran sueldos estratosféricos en tareas de dudosa necesidad, que de ser realmente necesarias, bien podrían desempeñar empleados con trayectoria y experiencia para la tarea.

Esos directores apenas se dedican a levantar la mano para aprobar algún crédito, que en general suelen ser para intereses de sus provincias, cámaras empresariales u otros "grupos de interés".

A eso parece haberse acostumbrado la Argentina prácticamente desde el esperado regreso de la indispensable democracia hasta ahora.

A tal punto que, en diversas oportunidades a lo largo de los últimos 20 años, las entidades empresariales de una provincia clave del país se repartieron la representación en varios directorios con sueldos millonarios.

En otros organismos nunca se terminó de entender para qué debían tener tantos ejecutivos que realizaban viajes costosísimos al exterior, y sobre todo, tantos empleados para realizar tareas similares.

En el mundo empresarial existe un dicho que ilustra muy bien lo que, en apariencia, el Gobierno intenta desterrar: "Una señal de que una corporación va por el mal camino la da el hecho de que mientras las retribuciones de sus directores crecen, las utilidades de la compañía y la calidad de sus productos no paran de caer".

O lo que es lo mismo: empresas públicas o privadas con escasa productividad pero con una burocracia millonaria y una vida de lujos.

Algunos análisis finos sostienen que si Macri realmente demuestra que apunta a desterrar esas prácticas en la política argentina tendrá un porvenir de largo aliento.

Pero también advierten que si lo que busca es hacer recaer el peso del ajuste solo sobre los eslabones más débiles de la cadena, llámese trabajadores, pobres, clase media o el nombre que se les quiera poner, podría "arder Troya".

Un clásico: afuera mejor que adentro.

Fuentes de primera línea de la Casa Rosada hicieron trascender que Macri está "desencantado".

La razón: cuando va a lugares como Davos o París le llueven los "elogios", mientras en la Argentina son "todas críticas".

El dardo de sus cuestionamientos son los empresarios. Dice que fogonearon su llegada al poder, pero ahora nadan en ingratitudes varias, con el histórico "sálvese quien pueda" que caracteriza al ser nacional.

"Es como si tuvieran miedo de salir a defender lo que siempre pregonaron por lo bajo", se le habría escuchado decir al presidente en la gira europea.

Le faltaría decir, en lenguaje futbolero: "Salgan a la cancha".

Entre las primeras espadas apenas se escuchan algunas voces solitarias, como las del presidente de FIAT, Cristiano Rattazzi, y no mucho más.

No sería el único tema que hace ruido. Mientras Macri estaba en el exterior, trascendió una versión llamativa.

El propio presidente le habría hecho llegar la sugerencia al ex presidente de la Sociedad Rural y ahora ministro de Agricultura, Luis Etchevehere, de devolver los $500 mil que percibió cuando cambió la esfera privada por la pública.