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Gobierno quiere seguir alargando el Bicentenario
16 de junio de 2010
La presidenta Cristina Kirchner tomó nota de una observación a la que se animó un colaborador de mediana confianza. "Cuando la presidenta habla, las redacciones siguen trabajando como si no pasara nada. Cuando habla Néstor, se paran todos a escuchar qué dice", le transmitió.

La brutal fotografía del desplazamiento no ya del poder, sino del poder de la palabra, preocupó más que molestó a la jefa de Estado. El comentario hecho al abrigo de los vahos balsámicos post festejo del Bicentenario fue una pieza más del cambio de estrategia discursiva y de comunicación que el Gobierno quiere fortalecer y que incluye una menor frecuencia de apariciones de la Presidenta.

El giro que comenzó a ensayar el oficialismo se produce en momentos en que dos segmentos de la oposición intentan recuperar el terreno que habían ganado en las legislativas y que perdieron en el ejercicio del poder parlamentario, por refriegas internas: segmentos peronistas -federal, disidente, celeste y blanco- intentan unificar colores para resolver luego si le dan el gusto a Néstor de Kirchner de disputar una interna o marchan por caminos paralelos.

El socialismo, con el confirmado Rubén Giustiniani sumó la voz del radical Ricardo Alfonsín para reflotar el Acuerdo Cívico y Social. Qué diga y que haga Elisa Carrió será la clave para saber hasta donde se extiende la reanimación.

En la Casa Rosada observan esos movimientos con cuidadoso desdén. Creen que las diferencias internas en uno y otro sector diseminarán los espacios. Y más aún si Pino Solanas confirma que marchará por corriente separada.

Pacientes, los funcionarios kirchneristas se sientan a observar el cambio de tendencia -de flecha descendente a ascendente- que reflejan los encuestadores en las expectativas de la población sobre el futuro del país. Cuando las expectativas son favorables, el oficialismo crece. Y satisfechos, revisan los números, planilla en mano, mientras endulzan sus cafés con el azúcar del bicentenario.