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Bicentenario: la religión distendió los ánimos
25 de mayo de 2010
Hasta pocos minutos antes de las celebraciones religiosas del 25 de Mayo se tejieron todo tipo de especulaciones acerca de un creciente clima de tensión derivado de la intención presidencial de trasladar el tradicional Tedeum a la Basílica de Luján, lo que dividió aguas y convirtió al escenario religioso en una pelea entre oficialistas y opositores.

Desde la Iglesia procuraron bajar el tenor de la confrontación y salieron e emitir mensajes de conciliación ante los primeros intentos de transformar los púlpitos en tribunas partidarias. Y, finalmente, la dimensión religiosa sembró de unidad una fecha que estaba teñida de división.

En cuanto comenzó el Tedeum en la catedral metropolitana, el arzobispo Jorge Bergoglio lanzó un inequívoco mensaje y celebró el oficio religioso que minutos después tendría lugar en la Basílica de Luján al calificar el hecho como un "hermoso gesto".

La precisión de sus conceptos y la unívoca intención de restar confrontación en una fecha celebratoria para la Nación provocó sorpresa y dejó insatisfecha a cierta dirigencia que llegó hasta la catedral metropolitana ávida de nuevos capítulos en una vapuleada historia institucional.

A la vez, Bergoglio -tal como se preveía- echó mano al documento de los obispos "La Patria es un don, la Nación, una tarea", donde se recogen los logros y desafíos de un país que no logra hacer pie 200 años después del primer grito revolucionario.

En idéntico sentido de comunión Radrizzani, en Luján, citó el documento y recordó al resto de los obispos que en cada diócesis condujeron los oficios religiosos para dar gracias a Dios por la historia institucional del país.

Una vez más, la dimensión religiosa logró imponerse más allá de las especulaciones y réditos personalistas y un país honró a Dios, sus padres de la Patria y su tierra. Así, se unió en acción de gracias para volver a poner en manos suyas el anhelo y la esperanza que las futuras generaciones enhebran.