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Los riesgos de no diagnosticar la fibromialgia
Posee síntomas difusos y escasos signos exteriores, aunque afecta sustancialmente la calidad de vida de quien la padece. Muchos médicos en todo el mundo no la aceptan como una enfermedad, lo que retrasa su diagnóstico y tratamiento.
11 de mayo de 2018
Cerca de 2 millones de argentinos padecen fibromialgia (casi una de cada 20 personas), aunque la mayoría no lo sabe. Se trata de una enfermedad crónica que afecta en su gran mayoría a mujeres (80-90% de los casos) entre los 30 y 50 años de edad. El 10-20% restante lo constituyen hombres, ancianos y niños.

“Si bien se le atribuyen causas infecciosas, predisposición genética o trauma psicológico como disparador, hasta el momento no se conoce con exactitud su origen, aunque es principalmente abordada como enfermedad reumatológica”, señala la Dra. Gabriela Ferretti, médica clínica y neuróloga (MN: 81.108), que subraya que “se han propuesto criterios diagnósticos de resorte clínico, donde los más recientes, del Colegio Americano de Reumatologia, datan de 2010”.

Sus síntomas, difusos e inespecíficos, muchas veces llevan a una demora en arribar al diagnóstico, por lo que los pacientes suelen peregrinar por los consultorios médicos sin hallar respuesta a su padecimiento.

A pesar de que la Organización Mundial de la Salud (OMS) la reconoció como enfermedad en 1992, aún en la actualidad muchos médicos reniegan en aceptarla como tal, no sólo en la Argentina sino en muchos países del mundo.

Cada 12 de mayo se celebra el Día mundial de la Fibromialgia y del Síndrome de la Fatiga Crónica, con el objetivo de concientizar y ampliar la información, tanto para la sociedad como en la propia comunidad médica.

Cómo reconocerla

El principal síntoma es el dolor muscular de carácter moderado a intenso, que se presenta en forma prolongada. “Éste debe ser mayor a tres meses y en al menos cuatro o cinco partes diferentes del cuerpo para ser considerado originado por la fibromialgia. En la mayoría de los casos, se asocia a una limitación de la actividad cotidiana”, describe la Dra. Ferretti.

En tanto, añade que “se acompaña de un profundo e inexplicado cansancio. Los trastornos del sueño y el estado de ánimo depresivo y la ansiedad son casi infaltables”.

Este cuadro produce un significativo deterioro de las actividades de quien lo padece, con un impacto negativo sobre la vida personal, familiar y laboral, lo que constituye un problema social y económico. “Su prevalencia se estima, según las distintas poblaciones estudiadas, entre el 1 y 8 % de las consultas de servicios ambulatorios generales y hasta en un 20% de los centros de reumatología”, asegura la especialista.

La heterogeneidad de los síntomas y la falta de hallazgos específicos en los estudios complementarios generan desconcierto en los pacientes y en los profesionales no familiarizados con esta temática.

La Dra. Ferretti, que además es vicepresidente de la Asociación de Peritos de la Salud de la Ciudad de Buenos Aires (APERCA), sostiene que “en este cuadro se pone de manifiesto la estrecha relación que existe entre el estado de ánimo y la percepción del dolor. El estado de ánimo depresivo (que se puede manifestar también con ansiedad, trastorno del sueño, falta de concentración, desgano, etc.) condiciona un cambio en las vías de conducción del dolor, generando la aparición del síntoma tan característico de dolor musculo esquelético de varios sectores del cuerpo que caracterizan a esta entidad.”

¿Cómo se trata?

Para la doctora, es fundamental el abordaje multidisciplinario, que deberá incluir la colaboración de un medico reumatólogo, un equipo de rehabilitación (fisiatría y kinesiología) y un equipo de salud mental (psiquiatra y psicóloga), de manera que se atiendan los principales pilares de las dolencias.

“El especialista en reumatología es quien más está familiarizado con la enfermedad y puede coordinar las acciones del equipo. El aspecto emocional, aunque puede manejarse con distintos fármacos, requiere de un apoyo de psicoterapia que colabore en los aspectos de ansiedad y/o depresión. La terapia cognitivo conductual es una de más asertivas para este abordaje”, detalla.

Además, el ejercicio físico es también de gran valor para complementar el tratamiento. “Es importante que sea de grado moderado –añade–, de 30 a 60 minutos, al menos tres veces por semana (lo ideal es a diario), bajo supervisión especializada”.

Si bien los tratamientos disminuyen algunos síntomas y mejoran la calidad de vida del paciente, las dolencias pueden persistir en la mitad de los afectados.

Sin ley

Desde el año 2011 los pacientes con fibromialgia luchan por la sanción de una ley que los proteja. Sin embargo, aún este proyecto no ha prosperado.

A raíz de este “vacío legal”, las personas con esta enfermedad son privadas del reconocimiento a su estado de salud, el derecho a obtener un certificado de discapacidad, la adaptación de la carga laboral acorde a su situación y una pensión por invalidez en el caso que corresponda.

“El primer paso será el reconocimiento de la fibromialgia como una entidad potencialmente incapacitante en personas jóvenes, tanto desde el punto de vista formal como para la comunidad médica y la sociedad en general. Posteriormente, el acceso al tratamiento multidisciplinario en términos de gratuidad. Y, por último, el reconocimiento de un sistema de pensiones para las personas más afectadas”, enumera la Dra. Ferretti.

“El reconocimiento de esta entidad, que tan incapacitante es para quien la padece, así como para su entorno, es el primer paso para la búsqueda mancomunada de una solución integral biopsicosocial”, completa.