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25 de abril de 2024
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Hace 60 años, mataban a Gandhi, el padre de la paz
El líder que logró la independencia de la India caía en 1948 asesinado por un fundamentalista. Fue impulsor de la No violencia y de la desobediencia civil. Lo que dijo Albert Einstein sobre el hombre que le dio una lección a su país y al mundo. La historia del joven que lo mató
29 de enero de 2008
Por Roberto Blanco

El destino estaba marcado: no fue en la tercero pero sí en el cuarto atentado contra su vida que la lucha de Mahatma Gandhi por la Paz acabó con su existencia, cuando un fundamentalista indio lo baleó, en medio de una congregación, el 30 de enero de 1948.

Ram Naturam, un joven que imaginó en Gandhi un ideólogo que podía acabar con la supremacía india en su país a manos de los musulmanes, no dudó en descargar tres balazos en el frágil cuerpo del líder de 78 años, que murió en el acto.

El hombre que desafió durante años al Imperio Británico usurpador colonial de su país, y que logró la independencia luego de la Segunda Guerra Mundial, vio que esa nación que soñó libre e soberana no tenía un espacio para él.

Gandhi fue el abogado que renunció a sus bienes personales y sólo con lo que podía crear con sus manos, descalzo, con harapos y una predica no violenta movilizó a millones de indios y puso contra la pared al colonialismo del Imperio, además de luchar contra el régimen feudal, el sistema de castas y la injusticia social.

Su lucha en los últimos años por evitar la subdivisión del país –India quedó para los hindúes y Pakistan para los musulmanes- fue mirada con recelo por ambos grupos religiosos que en la predica del hombre de la Paz por la unión de ambos vieron fantasmas de dominio de un grupo sobre el otro.

Así, en pocos años, luego de militar durante más de cuatro décadas, primero en Sudáfrica y desde 1915 en su país natal, por la libertad de sus compatriotas, Gandhi salió ileso de tres atentados, uno en Calcuta, a manos de los indios, y después en Nokahali, esta vez por acción de los musulmanes.

El inicio de la vida de la India libre no conformaba parte del sueño de integración de el luchador de la paz quien logró movilizar a millones de compatriotas a través de sus protestas no violentas que lo llevaron muchos años a la cárcel y a la resistencia civil que incluyó ayunos, que en los últimos años afectaron su vida.

Días antes de su muerte, en el mismo parque donde cada anochecer daba sus oraciones a la comunidad que lo seguía, una bomba arrojada por sobre un muro le dejó algunas heridas que no amilanó su lucha.

El 30 de enero de 1948 –hace 60 años- Naturam, que estaba sentado en primera fila entre los seguidores de Gandhi, sacó de su saco una pequeña pistola y le disparó sin piedad a un hombre que apenas podía sostenerse sobre sus ya débiles piernas.

El sueño de esta “Alma grande” (Mahatma) de unir a su pueblo no se pudo concretar, ya que no sólo la religión fundamentalista llevó a India y Pakistán a dos guerras, una en 1965 y otra en 1971, sino que el signo de la violencia tribal aún sobrevuela estos pueblos.

Los mismos odios que hace medio siglo dominan la región, y que hace muy pocas semanas, terminaron con una figura política como la ex primera ministra de Pakistán, Benazir Bhutto, asesinada por un atentado con orígenes similares: el odio racial y religioso.

Como Martin Luther King, el otro gran incitador del siglo XX por la integración, Gandhi dejó su vida en la lucha de sus ideas y hace hoy que su predica parezca una realidad poco creíble.

Así, pareciera que se cumple un pensamiento del físico Albert Einstein, quien dijo tras su muerte: “Quizás alguna vez las futuras generaciones duden que este hombre haya sido realmente de carne y hueso”. Sin dudas, Gandhi lo fue.