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26 de abril de 2024
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Callejeros tocó en Olavarría como si fuera la última vez
Gran parte de los casi 15 mil fans que vieron el recital de Pato Fontanet y la banda de la tragedia de Cromañón estaban convencidos de que la Justicia los condenará
16 de agosto de 2009
Callejeros tocó en Olavarría ante unos 15 mil fans, muchos de los cuales se fueron con la idea de que era la última vez que los veían, porque la Justicia podría condenar este miércoles a prisión a sus integrantes por la tragedia del boliche República Cromañón, que le costó la vida a 194 jóvenes.

Esta es la crónica publicada por el diario Perfil, y escrita por el periodista Lucas Morano, que presenció el recital:

"La noche de la tragedia de Cromañon, Callejeros cerraba un ciclo signado por el disco Rocanroles sin destino. Nunca terminaron de hacerlo. Cinco años después, muchos de los chicos que viajaron cientos de kilómetros hasta aquí creen que ese disco fue el que mejor define el estigma que pesa sobre la banda. La gente llegó desde casi todas las provincias del país, y del Gran Buenos Aires, pero hubo pocos porteños. Se concentraron en el club Estudiantes de Olavarría por una razón con perfume existencial que trasciende su fanatismo: creen que nunca más verán a Callejeros en un escenario.

“Es re importante estar acá porque ésta va a ser la última vez que van a tocar”, enseña Camila, de 17 años.

Pato Fontanet, el líder, entró al humilde escenario con un andar cansino y una botella de alguna bebida blanca en la mano, que probó tres veces antes del primer grito que inauguró el show. Parecía que en cada acorde se sentía el peso del veredicto de la próxima semana, todos hablaban de eso, todos lo decían, salvo la banda.

Los invisibles fue el primer tema con que el grupo encendió a los casi 15 mil adolescentes y los escuchaban con el doloroso sabor de la última vez.

“Este es mi primer recital y vengo a ver a los Callejeros porque es el último”, confirmó Sofía de Pergamino. “Saltá, guachín”, obligó en tono amenazante a este cronista un joven que no se indentificó, como invitación al pogo masivo que comenzó antes del recital. Y se repitió unas 16 veces (que fueron contadas). Con la única defensa de los antebrazos pegados al pecho, PERFIL esperó casi dos horas a dos metros del escenario para respirar la profecía de última vez de Callejeros.

Allí se escucharon todo tipo de conjeturas sobre su destino, pero ninguna aludía a aquella noche de diciembre, como si todos coincidieran en que Callejeros no tuviera nada que ver: “Me duele, pero sé que los van a terminar cagando porque la gente quiere que alguien pague por las muertes y ellos son los más débiles”, ensayó en medio de una profunda borrachera Cristian, de San Miguel, antes de que empiece el show.

Algunos familiares de las víctimas mandaron el viernes una carta al intendente de Olavarría, José María Eseverri, para que garantice las medidas de seguridad y exigiendo que lo suspenda por su cercanía con el veredicto del juicio oral por la tragedia que mató a 194 personas hace cincos años. “Es una provocación”, criticaban.

“Los que piensan que esto es una provocación no entienden nada, esto es el último recital que hacen porque necesitan plata para los abogados o para la fianza”, discute Leandro de Berazategui. Con su amigo Ezequiel coincidían: “Los malinterpretan con eso de provocar, nada que ver, esto es para despedirse por última vez”.

La ausencia de la prensa fue un claro gesto por parte de la banda. Permitieron que ingresen algunos pocos periodistas, pero ningún fotógrafo o camarógrafo, y había que acreditarse previamente. Hasta Fontanet se burló del tema: “Les pido disculpas a los periodistas que no pudieron pasar... bueno, no, mentira”, chicaneó jactándose de que la decisión también le competía.

Las entradas se agotaron, pero se conseguían algunas por unos $ 120, el doble de su valor, mientras una veintena de efectivos de la Policía Bonaerense custodiaron y palparon a cada uno de los fanáticos.

“No vamos a hablar del operativo, no nos deja el Ministerio”, precisó el principal, que estaba a cargo de coordinar más de 220 uniformados, tres ambulancias, decenas de puestos sanitarios y tres caballos. En cada una de las callecitas que confluían en el estadio, en la plaza principal y en medio del campo se escuchaba cómo un coro de desconocidos murmuraban una canción, en los umbrales del llanto: “Papo no se murió... Papo no se murió... está cantando con Luca (Prodan) para los pibes de Cromañón”.