Sin tregua, dos impiadosos terremotos azotaron el Japón en pocas horas y, acompañados por un Tsunami, produjeron uno de los efectos sísmicos más terribles de la historia de ese país.

El primero fue de 8.9 grados en la escala de Richter y destruyó la zona noreste del país. Luego, un nuevo sismo conmovió a los sobrevivientes.

Esa vez fue de 6.8 y ocurrió en la costa oriental del país, a una profundidad de 24 kilómetros y 174 kilómetros al sudeste de Sendai.

El terremoto fue el más feroz de la historia de Japón, ya que la magnitud del temblor y el posterior tsunami arrasó con casas, autos y calles enteras en las ciudades costeras.

El desastre estuvo precedido de una larga serie de movimiento sísmicos, que comenzaron con un temblor de 7,2 el 9 de marzo, aproximadamente a 40 kilómetros de distancia de donde se produjo el terremoto del 11 de marzo, y seguido de otros tres el mismo día de la catástrofe.

Tras el terremoto se generó alerta de tsunami en la costa del océano Pacífico de Japón y otros países, de Oceanía, Estados Unidos, América Central y las costas oeste de los países de Sudamérica, en una emergencia que fue desapareciendo con el correr de las horas.

Se esperaba una ola de 10 metros de altura y, finalmente, una de sólo 5 metros golpeó la costa norte de ese país.

El último dato sobre las consecuencias de este desastre estimó que el número de víctimas mortales ascendió a 9.523 personas en seis diferentes provincias del Japón y hubo 16.094 desaparecidos.

En la costa de Sendai, la policía encontró entre 200 y 300 cadáveres.

En tanto, 100 personas que se encontraban a bordo de un barco que había zarpado minutos