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Fútbol argentino: 22 años de fracasos
Se cumplen un nuevo aniversario de la final de Italia 1990. El inicio de la peor etapa del fútbol argentino sin logros y colmado de fracasos
8 de julio de 2012
Por Roberto Aguirre Blanco, de la redacción de Asteriscos.Tv

Un penal mal cobrado, a cinco minutos del final, le quitó la chance a Argentina de lograr el bicampeonato mundial hace exactamente 22 años, cuando el seleccionado nacional cayó por 1 a 0 ante Alemania, en al final de la Copa del mundo de 1990.

El recuerdo vivo, de aquel 8 de julio de 1990, en el estadio Olimpico de Roma, con el capitán Diego Maradona llorando desconsoladamente, es hoy el mejor reflejo de una tristeza que aún embarga al fútbol argentino.

Hace más de dos décadas, desde ese partido emblemático, que el fútbol argentino a nivel mundial no gana nada y ni siquiera sube al podio de los cuatro mejores de cada cita planetaria, quizás como un reflejo directo, ya no solo del fracaso futbolístico, sino también de la cruda realidad que ha sumergido en estos 22 años el fútbol domestico.

En este lapso, a nivel continental, solo se pudo festejar a nivel de seleccionado mayor, dos Copa América, 1991 y 1993, que como lectura no mejor al ecuación porque deja la fútbol nacional sin logros importantes desde hace 19 años.

Pasaron desde aquella noche triste de 1990, cinco mundiales donde nunca se supero como mayor logro los cuartos de final y desde 1993 --el 9 de julio se cumplirán 19 años del último logro-- siete Copa América sin festejar, a pesar de perder dos finales consecutivas, como gran logro.

En estos 22 años de fracaso del seleccionado pasaron siete entrenadores, en ocho procesos diferentes, Alfio Basile (1991-94 y 2006/08); Daniel Passarella (1994-1998); Marcelo Bielsa (1999-2004), José Pekerman (2004-06); Diego Maradona (2008-10); Sergio Batista (2010-201) y Alejandro Sabella (2011-12), todos con las manos vacías.

No se habla solo de falta de títulos, sino de identidad futbolística, de peso de potencia yal menos de figurar en escalones de protagonismo, y no perdese casi como una "sana costrumbre" en etapas previas de torneos importantes.


En esas etapa, la Argentina se deglutió verdaderas camadas de grandes figuras que pudieron brillar con importante logros y se fueron del seleccionado, con grandes momentos personales y lisonjas de éxitos, pobres para su carreras de estrellas y perlas de corazón futbolero nacional.

Algunso nombres son el mejor ejemplo, Gabriel Batistuta, Diego Simeone, Fernando Redondo, Roberto Ayala, Ariel Ortega, Marcelo Gallardo, Hernán Crespo, Juan Sebastian Verón, Claudio Caniggia, Martín Palermo, Juan Román Riquelme, Gustavo López, Javier Zanetti, Javier Saviola, Pablo Aimar, Carlos Tévez, entre otros.

Inclusive esa gran gema que es Lionel Messi cae en este halo de fracaso hasta el momento, ya que tiene siete años en el seleccionado, dos mundiales y dos Copa América en sus espaldas.

Todo pareciera preveer que si no se produce un gran cambio estructural del fútbol argentino, Messi corre el riesgo ser otra víctima más de una etapa negra en la la historia del seleccionado.

¿Las causas? parecieran ser muy concretas y a la vista. El fútbol doméstico hace ya muchos años que vive en un pozo depresivo de caos dirigencial, muerte, y desmanejos económicos que tiene como máximos responsables a sus cabezas visibles, la presidencia del fútbol argentino, los titulares de la mayoría de los clubes y un Estado que hace "silenzio stampa" a la hora de investigar o poner orden.

El juego, al esencia no está en crisis, lo demuestean las camadas de gande futbolistas y varios logros amateur en los sub 20 y medallas olimpicas con equipo Sub 23, pero que se diluyen a la hora de los grandes momentos y cuando las decisiones son ya mas corporaivas.

Con un Julio Grondona encapsulado en el poder de la AFA desde hace 33 años y con dirigentes serviles y sin poder a su alrededor, la digitación a partir de los caprichos o malas decisiones se evidencian a la hora de las grandes competencias, a pesar de contar con joyas mundiales en el campo de juego.

Detrás del "jefe" se alinean los perores dirigentes que contó el fútbol nacional en los últimos años en la mayoría de los clubes emblemáticos del país, y que como un efecto dominó empujó a casi todas las instituciones, a sumar con las peores deudas económicas y quebrantos de los mismos clubes.

En este marco de irresponsabilidad, estas figuras se apoltronan en el poder de cada entidad, y cuando la suerte parece dejarlos de lado, detrás dejan verdaderos aquelarres de cual nadie se hace cargo, y menos se los responsabiliza desde los estratos de poder.

En medio, torneos mediocres, con campeones en sus mayoría para el olvido, sin figuras, con promesas que emigran apenas hacen la primera gambeta, y una ola de violencia y terror, que en dos décadas ya sumó mas de 100 muertos en las canchas argentinas.

Con los denominados barrabravas, los violentos que sin colores se apoderan de la locura de cada club avalados por los poderes de turno, además de cumplir roles decisivos como fuerza de choque de la política nacional.

El “yo no fui” parece ser el verbo mas entonado en las salas de los dirigentes, el lavarse las manos y el "todo pasa" la mejor radiografía para entender porque no se gana nada en tanto tiempo.

En este proceso el Estado también cumple un rol casi decisivo: cada uno de los gobiernos de turnos desde 1990 (Carlos Menem, Fernando de la Rúa, Eduardo Duhalde, Néstor Kirchner y Cristina Fernández, avalaron con el silencio primero y luego con sociedades de hecho, cada uno de estos nefastos momentos relatados.

Al igual que las empresas privadas que lucraron tantos años con el juego y la televisación, nadie tuvo la dignidad de exigir investigaciones y procesos judiciales a todos los responsables que a la vista han fundido clubes, con la mirada cómplice de la AFA y también entonces del Estado.

En definitiva, el fútbol argentino padece un crisis muy profunda de la cual ya ni siquiera la suerte de un título del mundo --que no llegara nunca bajo esta realidad- podría salvar.

El fútbol argentino en el peor momento de su historia, inclusive superando los 16 años de "vacas flacas" entre 1958 y 1974 (desde el llamado fracaso de el mundial de Suecia y la llegada de César Luis Menotti, como seleccionador) bajo el halo de procesos militares, puede compararse a este transitar errático.

Brasil, como ejemplo directo, estuvo 24 años sin ser campeón pero al menso dos veces estuvo en esa etapa (1974-1994) en el podio de los 4 mejores y ganó dos copa América, pero con una realidad similar de migración de jugadores y hasta quizás con menos estrellas, desde 1990 ganó dos Mundiales (1994-2002) perdió una final (1998) y ganó cuatro torneos continentales (1997-1999-2004 y 2007).

Hoy, el fútbol brasileño domestico tiene un gran prestigio y clubes poderosos que contratan figuras intencionales y retienen a su joya Neymar, sin venderlo al exterior.

Hace 22 años, Diego lloraba desconsoladamente, y hora sabemos porque fue y tiene hoy tanta vigencia: El "todo pasa", esa frase de cabecera de Julio Grondona, es una gran mentira.