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28 de marzo de 2024
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El Papa recibido por una multitud en Brasil
Francisco aterrizó en Río de Janeiro, fue recibido por la presidenta Rousseff y recorrió las calles de Río a bordo de un pequeño automóvil
22 de julio de 2013
Francisco, el primer papa latinoamericano, tuvo un vibrante recibimiento en Rio de Janeiro, donde decenas de miles de peregrinos enloquecieron a brasileños y extranjeros al paso del papamóvil semidescubierto.

El papa hizo un llamado a los jóvenes a evangelizar, y les pidió que "vayan más allá de las fronteras de lo humnamente posible, y creen un mundo de hermanos y hermanas".

El papa argentino, de 76 años, presidirá en Brasil, el país con más católicos del mundo, la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ), del 23 al 28 de julio, a la que asistirán un millón y medio de personas.

El papa dijo que fue para encontrarse con jóvenes "atraídos por los brazos abiertos del Cristo Redentor", en su primer discurso en el Palacio Guanabara, sede del gobierno de Rio, junto a la presidenta Dilma Rousseff.

La multitud en delirio le rodeaba, mientras el papa, tranquilo, saludaba a todos con una sonrisa.

"Esperamos que el papa nos traiga renovación de ganas y fe. Al ver todos estos jóvenes juntos nos llenamos de pilas (energía) y mostramos que no somos unos pocos los locos (por el amor de dios), los locos somos muchos", dijo a la AFP el argentino Renzo Cicroni, de 23 años, mientras aguardaba al papa cerca de la catedral.

"Vine a ver un cambio, algo nuevo, algo refrescante(...) El papa sabe lo que sentimos y somos el pilar de la iglesia", señaló Anaia Betarte, una uruguaya de 17 años que vendió durante meses rifas, ravioles y pollos para poder venir a ver al papa a Rio.

Francisco advirtió el lunes que el mundo corre el riesgo de tener una generación entera de jóvenes desempleados desde el avión que lo conducía a Brasil.

"Corremos el riesgo de tener una generación desempleada", dijo el papa, y pidió que se evite "aislarlos". También condenó "la cultura del rechazo a los ancianos".

El hartazgo ante la corrupción política y la pésima calidad del transporte, la salud y la educación pública -en contraste con los millones que se gastan en estadios para el Mundial de fútbol 2014- llevó a más de un millón de brasileños, sobre todo jóvenes de clase media, a protestar en las calles en junio, en plena Copa Confederaciones.

Las protestas terminaron muchas veces en enfrentamientos violentos con la policía y con saqueos y destrozos.

Francisco fue recibido por la presidenta Dilma Rousseff junto a todo su gabinete y miles de peregrinos de todo el mundo, mientras recorre a bordo de un pequeño automóvil plateado la autopista de ingreso a la ciudad.

El papa argentino, de 76 años, inició en Brasil, el país con más católicos del mundo, su primer viaje internacional para presidir la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ) del 23 al 28 de julio, a la que asistirán más de un millón y medio de personas.

Un Brasil sacudido por protestas sociales contra la corrupción y pésimos servicios públicos, Francisco cumplir una agenda que incluye una visita a una favela, a adictos de crack y al mayor santuario católico de Brasil, Aparecida, en el estado de Sao Paulo.

Del aeropuerto internacional de Rio, donde fue recibido por la presidenta Rousseff, el papa se dirigirá a la catedral metropolitana, y luego se paseará en un papamóvil descubierto por el centro de la ciudad.

Miles de personas lo esperaron cantando y bailando, agitando banderas del Vaticano y de sus países de origen.

Francisco advirtió que el mundo corre el riesgo de tener una generación entera de jóvenes desempleados desde el avión que lo conducía a Brasil.

"Mi viaje tiene como objetivo estimular a los jóvenes para que se integren en el tejido social, con los ancianos", explicó el pontífice.

Durante su visita de siete días, buscará revitalizar a la Iglesia en Latinoamérica, su mayor feudo pero donde pierde terreno desde hace tres décadas, sobre todo ante las iglesias pentecostales y el laicismo.

El pontífice encontrará un Brasil confrontado a un creciente descontento social y en plena transformación religiosa.

El hartazgo ante la corrupción política y la pésima calidad del transporte, la salud y la educación pública -en contraste con los millones que se gastan en estadios para el Mundial de fútbol 2014- llevó a más de un millón de brasileños, sobre todo jóvenes de clase media, a protestar en las calles en junio, en plena Copa Confederaciones.

Las protestas terminaron muchas veces en enfrentamientos violentos con la policía y con saqueos y destrozos, la última de ellas el jueves pasado en Leblon e Ipanema, dos de los barrios más ricos de Rio.

El papa debe reunirse con Rousseff en el palacio Guanabara, frente al cual el grupo Anonymous Rio convocó a través de las redes sociales a un acto contra los 53 millones de dólares que cuestan a los contribuyentes brasileños su visita y la JMJ.

El Vaticano asegura que el pontífice no está preocupado por las protestas y los expertos señalan que su discurso de reforma de una Iglesia en crisis, contra el derroche y en defensa de los desposeídos, está en sintonía con los manifestantes.

El operativo de seguridad contará con unos 30.000 militares y policías.

Un 64,6% de los brasileños son católicos, según el censo de 2010, contra 91,8% en 1970. Según un sondeo publicado el lunes, solo 44,2% de los jóvenes se declara católico.