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18 de abril de 2024
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Por Manuel Solanet
El Tren Bala, un proyecto faraónico
22 de enero de 2008
La adjudicación del contrato para la construcción del Tren Bala fue noticia la semana anterior. Pensamos que lo seguirá siendo recurrentemente durante un buen tiempo.

Una inversión del orden de los 2.500 millones de dólares en un proyecto de estas características en la Argentina, o bien termina en nada, o bien pasará a ser una incomprensible sangría presupuestaria durante muchos años.

Las opiniones más serias y fundamentadas dicen claramente que este proyecto no es prioritario frente a otros dentro del mismo sistema ferroviario, ni tampoco en comparación con las urgentes necesidades en energía o en caminos, y menos aún frente a inversiones en áreas sociales como las de salud, educación, saneamiento o seguridad.

No se le escapa a nadie la insuficiencia en la red caminera, que se manifiesta no sólo en el mal estado de rutas importantes, sino también en el fuerte aumento de la tasa de accidentes por sus insuficientes características.

También se viven las carencias en las ayudas a la aeronavegación en Ezeiza y otros aeropuertos, que ya hicieron crisis, afectando al transporte aéreo. También los deplorables ferrocarriles metropolitanos claman por una mejora para constituirse en la única y mejor alternativa que evite el colapso de los accesos a Buenos Aires.

Estudios que hemos visto dicen que el costo por pasajero en el tren bala resultará cinco veces superior a la actual tarifa en un ómnibus de primera clase.

En otras palabras, el tren bala deberá recibir muy elevados subsidios y el Estado no podrá recuperar su inversión. La asignación de fondos estatales a trenes de alta velocidad se puede entender en países de muy altos niveles de ingreso y abundantes recursos fiscales, con una industria turística de gran efecto multiplicador. Pero estas circunstancias no se dan en la Argentina.

El gobierno argentino, que aún está en default con miles de bonistas y con otros gobiernos, se lanza a endeudarse y a gastar en proyectos faraónicos. Es como si una persona tuviera deudas largamente impagas con sus vecinos y se comprara una Ferrari.

¿Cómo a alguien se le pudo ocurrir un tren bala a Rosario cuando hay tantas otras necesidades acuciantes y hay además una buena autopista hasta esa ciudad? En un área donde ha campeado la corrupción, es inevitable que emerjan sospechas aún cuando en este caso pudiera no haberla. Ya corre la broma acerca de la idea de llamarlo Cobra. Se dice que no se refiere a la temida serpiente, sino a que alguien cobra.

Si el gobierno quiere demostrar seriedad de gestión y disipar esas suspicacias, debe archivar este proyecto antes de avanzar a la etapa costosamente reversible de su contratación e inicio.