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29 de marzo de 2024
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Por Manuel A. Solanet
Perú y Brasil, más serios
8 de mayo de 2008
Brasil alcanzó la semana anterior el Grado de Inversión al recibir de la calificadora internacional Standard & Poor´s el nivel BBB-. Perú lo había obtenido recientemente y junto con México y Chile hacen cuatro países latinoamericanos con ese grado. Tenemos que lamentarnos que simultáneamente con la buena noticia para Brasil, vino la referencia de “tendencia negativa” para la calificación de nuestra deuda soberana. Estas notas no son meramente honoríficas. Inciden en la tasa de interés que deberá pagar no sólo el gobierno sino también los particulares en los préstamos que tomen. Cuanto peor sea la calificación más costará endeudarse y más difícil será encontrar proyectos de inversión que puedan afrontar esos intereses. O sea: a menor calificación menos inversión y a menor inversión menos crecimiento, menos empleo y más bajos salarios.

La calificación tiene relación con la solvencia del gobierno y con la confianza en el futuro de la economía. No hay sesgos políticos ni ideológicos. Las calificadoras internacionales asumen una gran responsabilidad, en la que va su prestigio ante los inversores y entidades financieras de todo el mundo. Además, la opinión de esas firmas se coteja diariamente con la realidad de los mercados, en los que también opinan y asesoran cientos de analistas de primer nivel y muy bien informados. Adjudicarle a alguna calificadora internacional alguna intención conspirativa o política, sería ignorar cómo funciona el mundo.

Las políticas desarrolladas por el kirchnerato no sólo nos mantienen en una mala calificación, sino que además ésta empeora. Mientras tanto los países de la región que aplican modelos más ortodoxos considerados diabólicos por nuestros actuales gobernantes, son actualmente los que consolidan su futuro de crecimiento con estabilidad. Ni México, ni Brasil, ni Chile, ni Perú hoy hablan de tipo de cambio alto, ni ponen retenciones, ni congelan precios. Con diferentes matices, estos países aplican reglas orientadas al mercado, con apertura externa, disciplina fiscal y cumplimiento a rajatabla de sus compromisos de pagos. Estos países reciben inversiones productivas que no vienen a la Argentina y que no se entusiasman por un crecimiento sólo fogoneado por el consumo, apoyado en la sustitución de importaciones y en las fuertes inversiones de la década del noventa.

Hemos escuchado del presidente Lula: “No se pronunciar en inglés la expresión investment grade, pero si queremos traducir eso a un idioma que todos entiendan, puedo decir que Brasil pasó a ser considerado un país serio, que tiene políticas serias”. Son las palabras de un viejo trabalhista que superó sus prejuicios y fue capaz de entender donde está la seriedad. Perú es gobernado por el aprista Alan García, que en su anterior gestión impuso un estatismo xenófobo y políticas heterodoxas que llevaron su país al desastre. Como Lula, supo aprender de los errores de quienes los antecedieron y de los suyos propios. Además han tenido la capacidad de leer e interpretar al mundo y diferenciar los países exitosos de los fracasados. Han sabido limitar y dosificar sus efluvios socialistas o populistas de manera de no destruir sus buenas políticas de fondo.
El deterioro de la calificación argentina responde a varios factores concurrentes. Las proyecciones fiscales están crecientemente comprometidas por el rápido aumento de los subsidios y del gasto, frente a recursos cada vez más dependientes de las retenciones y del difícil sostenimiento de los altos precios internacionales. Los vencimientos de la deuda pública requerirán colocar nueva deuda en condiciones cada vez más onerosas. Además ya es poco sostenible continuar en default con el Club de París y con los bonistas que no adhirieron al canje. El Juez neoyorkino Thomas Griesa, al decidir el bloqueo de títulos del gobierno argentino a solicitud de un grupo de esos bonistas, le dijo al atribulado abogado de nuestro gobierno: “Usted representa una parte que está equivocada. Su cliente se niega a pagar sus deudas ... y está mal”. Fue una verdad simple y directa que seguramente hubiera sido dicha en términos más suaves y diplomáticos si nuestro gobierno no hubiera echado culpas a sus acreedores y hecho gala de no pagar sus deudas.

Avanzamos hacia momentos más difíciles. Debemos encarar cuanto antes las políticas y los comportamientos que corresponden a un país serio. Empiece nuestro gobierno por mirar al menos lo que sucede en la región y sepa valorar los resultados logrados por los países cuyas políticas ha criticado y diferenciarlos de los obtenidos por los países con los que se ha aliado políticamente.