El disfraz de Robin Hood - Asteriscos.Tv
Noticias actualizadas las 24 horas Información clave para decidir
27 de abril de 2024
Seguinos en
Por Manuel Solanet
El disfraz de Robin Hood
11 de junio de 2008
Cristina Fernández de Kirchner volvió a tomar el atril desde la Casa Rosada, esta vez con una presentación de tono voluntariamente emotivo, con uso de la cadena nacional, para intentar poner una carta fuerte y reclamar apoyo popular en su confrontación con el campo.

En esta ocasión la Presidente fue Robin Hood, insistiendo en que el mazazo fiscal del 11 de marzo fue un paso histórico, pleno de justicia, para sacarles rentas extraordinarias a los ricos productores agropecuarios y poder así asistir a los pobres y necesitados.

La creación del Fondo de Redistribución Social, con la recaudación de las retenciones que exceda el 35%, convalidaría ante el pueblo esa intención redistributiva. Pero sabemos que todos los dineros que entran al erario público son fungibles, por lo tanto debemos pensar que lo que se ha intentado es llevar, hasta donde lo permita el manual básico del populismo, el argumento de la redistribución del ingreso para justificar nuevamente lo que no tuvo otro motivo que preservar la caja. Una actuación de tono justiciero, pero básicamente confrontacional, intentando poner cerrojo y descolocar a las entidades agropecuarias en sus aspiraciones de corregir las retenciones.

Tres horas antes el gobierno había marcado su ausencia en la reunión de negociación convocada por el Defensor del Pueblo, Eduardo Mondino. Nuevamente el gobierno dejó pasar la oportunidad de solucionar el grave enfrentamiento con el campo prefiriendo dar un salto hacia adelante. Es preocupante.

La renuncia de Martín Lousteau fue una primera oportunidad para el gobierno de revisar el aumento de las retenciones sin perder la cara. La dejó pasar. La segunda se la brindó el documento del Episcopado, pero la rechazó malamente. La paranoia kirchnerista no admite razones, ni negocia cambios, ni busca equilibrios. Plantea esta cuestión como una lucha entre el mal y el bien, como una gran batalla que debe ganar el gobierno.

El kirchnerato está convencido que eso es necesario para consolidar su poder para siempre. En su desequilibrada cosmovisión, del lado del mal están el capital concentrado, los pooles, el neoliberalismo, los terratenientes, la oligarquía, los que nos llevaron al desastre de los noventa, el Fondo Monetario, los que colaboraron con la dictadura, los grandes intereses, los políticos opositores, la Iglesia, los periodistas y todos los demás demonios del manual kirchnerista-montonero utilizados para descalificar a los que no piensan como ellos o no se someten a su inapelable voluntad. Del lado del bien se autoubica el matrimonio K, que alega defender los intereses del pueblo y de los que menos tienen contra todos esos y otros enemigos que eligen o inventan según cada circunstancia.

Si hubo alguna vez diálogo del gobierno con el campo, quedó demostrado que sólo fue una maniobra táctica oficial sin verdadera vocación de alcanzar soluciones. Sin dar realmente nada a cambio, el gobierno ganó tiempo para provocar el desgaste del campo especulando con la prolongación de su protesta. Hasta puede pensarse que la confrontación fue bienvenida y promovida por quien hizo de ella una herramienta diaria de gestión. Nos referimos al que verdaderamente manda en nuestra monarquía gobernante. En esa rara psicología, todo se expresa en términos de confrontación, y el poder se construye mediante una mezcla de populismo, demagogia, bienestar inmediato contra daño futuro, manipulación, engaño, autoritarismo y caja.

La negociación está fuera de los procedimientos de gestión, ni siquiera cuando se debe corregir un evidente error, como lo fue el de un exceso fiscal que despertó una clásica rebelión impositiva. La presencia en esa rebelión de una entidad de cercana afinidad ideológica y de anterior soporte político, como la Federación Agraria, fue interpretada por el kirchnerismo como una traición o como una defección ante otros intereses, pero no ayudó a generar una reflexión sobre el error cometido por el gobierno.

Varios pilares del poder se han perdido o están en vías de perderse. El gobierno ya no cuenta con el apoyo o la condescendencia de gran parte del periodismo y de los medios, como antes lo fue. Ya no tiene encuestas favorables. En poco tiempo no tendrá caja (en otra Carta lo demostraremos). Algunos otros pilares todavía parecen sostenerse aunque con precariedad creciente: se mantiene – aunque en estado deliberativo - el apoyo sindical; la dirigencia industrial y gran parte de la empresaria apoyan, pero observan cada vez más preocupadas y esperan “prudentemente”; queda como fuerza del gobierno todavía una masa importante de reservas monetarias y también en beneficio del gobierno la oposición sigue dividida. Creemos que el tiempo no juega a favor del kirchnerato en tanto confronte o desconozca los problemas y no los resuelva.

El conflicto con el campo podría ser una batalla aparentemente ganada por el gobierno. Esto ocurriría si no se reducen las retenciones y la protesta sólo se manifiesta en acciones de base pero no continúa en un paro nacional. Sin embargo, aún ganando una batalla el kirchnerato ha creado las condiciones para perder la guerra. Ha generado día a día su propio clima traducido en una tendencia desestabilizante.

El rechazo del excelente documento del Episcopado no sólo profundizó el conflicto con la Iglesia; también ese rechazo resultó difícil de digerir por amplios espacios del peronismo y del sindicalismo. Cuando Hugo Moyano propuso tímidamente la mediación de la Iglesia, Néstor Kirchner replicó con una rotunda negativa apelando a la muletilla del silencio de la Iglesia en los setenta frente a los “compañeros desaparecidos”. Tal vez no recuerda que Rucci y otros importantes sindicalistas fueron víctimas de las organizaciones terroristas. Es difícil imaginar a la CGT embarcada en un delirio persecutorio o en actitudes montoneristas, menos aún si la economía se enfría y la inflación se desata. También se advierten defecciones en la dirigencia empresaria y en los economistas afines al modelo económico K. En nuestra Carta Semanal de la semana anterior nos referimos a la pérdida de ovejas del corral K.

La actitud de la cúpula del gobierno de estos últimos días reafirma una posición intransigente que está fuera de la lógica de la política, de la convivencia y de cualquier concepción racional para enfrentar los actuales problemas de gestión. El discurso de ayer confirma que no se está dispuesto a cambiar y que se insiste en argumentos disfrazados de santidad y de vocación social. Seguimos pensando en la necesidad de una profunda revisión y cambio que evite caminar hacia una crisis, que entonces sin duda afectará más fuertemente a los más necesitados. Si el peronismo tiene verdaderamente vocación social, debe trabajar en un proceso de corrección instrumentado dentro de su propio partido, sin afectar la continuidad constitucional. Frente a esta posibilidad, agregamos la aspiración de que cualquier proceso correctivo suceda de la forma más pacífica posible.