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Por Monteverde y Massot
Continúa el viraje de los Kirchner
24 de septiembre de 2008
En política siempre los hechos serán más importantes que los deseos y las decisiones más importantes que los discursos, por sesudos que parezcan. Cuando hace cuatro semanas anticipamos que el gobierno de Cristina Fernández iniciaría un cambio de rumbo notorio en punto a determinados temas —pago al Club de París; hold–outs ; superpoderes y emergencia económica, entre otros— simplemente anticipamos lo que vendría en función de cómo se le habían achicado los márgenes de
maniobra al gobierno.

El frente fiscal cruje por los cuatro costados y, sobre el particular, los Kirchner no pueden hacerse los distraídos.

También son conscientes de que, en tren de borrar con el codo cuanto antes habían escrito con la mano —o sea, a la hora de hacer concesiones— era mejor retroceder ahora y no el año próximo.

Primero porque es insignificante el número de personas que le echará en cara al matrimonio su viraje respecto del citado club y de los tenedores de la deuda que quedaron fuera en el 2005.

De hecho prácticamente todo el arco opositor salió el lunes a batirle palmas al acuerdo de los hold–outs.

Pero, fundamentalmente, porque cualquiera sabe que el venidero es un año electoral y no tomar determinadas medidas hoy —postergándolas por las razones que fuese— podría resultar, a la postre, un remedio peor que la enfermedad.

Por lo tanto no es de extrañar que, de buenas a primeras, Cristina Fernández haya anunciado que habrá una solución para los 26000 millones de dólares que en su momento no ingresaron al canje.

Más allá de los deseos del kirchnerismo de devolver a la Argentina al circuito internacional de capitales y de la estrategia que haya forjado para conseguirlo, están los países del G7 que, en medio de una crisis financiera planetaria de final abierto, a la Argentina no le prestan demasiada atención.

Salvo, claro, que haga bien sus deberes. Desde que cayó Lehman Brothers hasta hoy la presidente habló primero de una forma para luego actuar de otra. Suponer que alguien en el primer mundo tomó en cuenta las estrafalarias ideas expresadas por Cristina Fernández en cuanto a la naturaleza y al alcance de la crisis estallada en Norteamérica, es no conocer el tema.

Referirse al capitalismo globalizado con arreglo a las categorías risueñas de don Arturo Jauretche, es algo que la mujer de Kirchner puede darse el lujo de hacer porque el aire es gratis y a las palabras se las lleva el viento.

Pero, verborragia aparte, en Nueva York no perdió el tiempo y a la hora de tomar decisiones lo hizo en consonancia con el cambio de dirección iniciado dos semanas atrás, cuando anunció que el país honraría la deuda con el Club de París. Al reabrir puertas que estaban, según el matrimonio, selladas a perpetuidad, entendió, definitivamente, que debe hacer de la necesidad virtud.

Si bien el paso que se ha dado es sólo el comienzo de un proceso que llevará todavía algún tiempo hasta que se ultimen los detalles que permitan dejar atrás, de manera definitiva, el default de la deuda argentina, la euforia que el lunes embargaba a la delegación gubernamental en Nueva York, era lógica.

Los Kirchner están convencidos —y razones no le faltan aunque no le sobran— que éste puede ser un buen momento para tratar de relanzar una administración que nació mal y que, desde entonces, no se ha podido estabilizar. Por supuesto que cerrar el tema del default —con toda la importancia que tiene— no obrará el milagro de reconciliar a la sociedad con los Kirchner ni tampoco resolverá, como por arte de magia, los problemas que arrastra el país de un día para el otro.

El santacruceño está pensando —y es comprensible que así sea— en las elecciones que se substanciarán dentro de 12 meses. Porque de su resultado dependerá, en buena medida, la evolución posterior de un gobierno que en sus dos últimos años de gestión difícilmente podrá pensar en retener la presidencia si acaso las urnas le fuesen adversas en el 2009. En este orden de preocupaciones se inscribió el proyecto —prematuramente abortado— de solapar junto a los comicios legislativos, otros de constituyentes en la provincia de Buenos Aires. El propósito: que Daniel Scioli pudiese encabezar la boleta electoral y de esta manera traccionar votos que, de atenernos a las encuestas, no le sobran al Frente para la Victoria.

También se inscriben en semejante contexto los sucesivos encuentros que ha
mantenido el ex–presidente con algunos de los principales referentes del peronismo a nivel nacional y provincial.

Desde Carlos Reutemann a Rubén Marín.

Tanto al oficialismo como a la oposición lo desvelan más los nombres propios que los temas específicos de la política. Dicho de otra manera: por lo mismo que Néstor Kirchner, prescindiendo de tomar en consideración afinidades o diferencias ideológicas, busca llegar a un entendimiento con Schiaretti y Reutemann y, al mismo tiempo, construye puentes que le permitan acceder a Jorge Telerman, Elisa Carrió no pierde oportunidad de cargar lanza en ristre contra Julio Cobos, imaginando que, si decidiese presentar su candidatura en el 2011, le comería parte de su tribu electoral, y, por su lado, Mauricio Macri no deja de pensar en Gabriela Michetti como su única tabla de salvación para figurar al tope de la lista de diputados el año próximo en la Capital Federal.

La crisis de los partidos ha obrado, entre otros resultados, que sólo interesen aquellos nombres con gancho electoral.

Ahora bien, en medio de la decisión de volver a los mercados, reprogramar los vencimientos de la deuda desde el 2009 al 2011 y aceptar las reglas de juego que, en los discursos, los Kirchner execran sin solución de continuidad, aumenta la tensión entre el matrimonio y el vicepresidente; la CGT oficiará mañana una misa —que se supone será muy concurrida— en memoria de José Ignacio Rucci y la justicia fulmina, justamente ahora, al general que el santacruceño había elegido para
comandar el Ejército. Ello sin contar las nuevas y detonantes declaraciones de Antonini Wilson sobre una segunda valija de U$ 4,2 MM. Nada es casual. Todo se explica con arreglo a la relación de fuerzas vigente. Hasta la semana próxima.