Tragedia de Cromañón: el Estado subordinado a la corrupción - Asteriscos.Tv
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24 de abril de 2024
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Por el diputado Claudio Lozano
Tragedia de Cromañón: el Estado subordinado a la corrupción
El legislador de Emancipación y Justicia, y dirigente de la CTA, dijo que hay un “Estado ausente y cómplice de prácticas empresariales que ponen en riesgo a la sociedad”
5 de enero de 2005
República Cromañón es casi una postal de la decadencia que atraviesa a la República Argentina.

Transformada en un infierno en la noche final del año 2004, constituida en hoguera donde se inmolaban los cuerpos de nuestros pibes y jóvenes (nuestro futuro), es una invitación a desplazar análisis superficiales sobre la verdadera situación en la que nos encontramos y asumir, en profundidad, los cambios urgentes que debemos encarar.

Conviven en esta tragedia por lo menos tres grandes cuestiones:

- Un comportamiento empresarial que pone en riesgo a la sociedad y asesina gente.

- El desmantelamiento del aparato estatal como expresión de la cuestión pública -consecuencia de la expansión conservadora- y la configuración de un Estado ausente y/o cómplice de las citadas prácticas empresariales.

- El lógico resultado que, en términos de comportamientos colectivos, produce el deterioro social sistemático y profundo, ocasionado por las dos primeras cuestiones esgrimidas.

Un empresario que abulta su billetera superando la capacidad para la cual estaba habilitado y que reduce costos poniendo material inflamable y cerrando puertas, es expresión del primer problema.

Problema que, por citar otro ejemplo, se expresa también en el desastre ambiental que produce la principal petrolera del país en el sur argentino, contaminando napas e intoxicando a la población.

En lo relativo al aparato del Estado, se combina el incumplimiento de las normas existentes (Cromañón debería haber estado clausurado), con el mantenimiento de estrategias de regulación y control que no se hacen cargo de lo que hay que controlar.

No basta con el cumplimiento de pasos formales si, al mismo tiempo, no hay garantías de que lo formalmente establecido se cumple.

Dicho de otro modo, de qué sirve que haya puertas de emergencia si el empresario puede decidir no abrirlas.

Retomando el ejemplo del sur argentino, es probable que alguien sostenga que la petrolera en cuestión cumple las normas. Sería discutible pero, aunque fuese así poco importa porque lo que importa es revertir el daño social que la práctica empresarial produce.

Volviendo a Cromañón, está claro hace tiempo (y hubo más de una señal en ese sentido), que la noche en los boliches porteños está fuera de control por múltiples razones.

Por último, tanto el uso, a veces suicida, de la pirotecnia como el hecho de dejar bebés en un baño que opera como guardería son señales de un problema profundo que no puede usarse para culpar a las víctimas sino para medir el daño que, desde hace más de una década, se impone sobre el cuerpo social argentino.

Dice bien la consigna popular: "Escúchenlo: ni una bengala ni el rock and roll. A nuestros pibes los mató la corrupción", y cabe precisar, que la corrupción es el lazo que une (subordina) al Estado con prácticas empresariales que, al transformar a la sociedad en un espacio exclusivo de apropiación de beneficios, destruye la posibilidad de organizarla en función del interés del conjunto, o sea, del interés público.

No puede haber dudas, debe haber firmeza y hay que transformar nuestra bronca en una estrategia política capaz de sostener el accionar de los tres poderes del Estado (Ejecutivo, Legislativo y Judicial) para llevar la investigación hasta las últimas consecuencias, hacer justicia con las víctimas y promover las políticas públicas que correspondan.