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Federico Baraldo
¿Hasta dónde llega la manipulación?
3 de diciembre de 2008
La manipulación informativa existe. ¡Vaya novedad! Y existe desde que se entabló la comunicación humana. Los sucesivos cambios derivados de la innovación tecnológica y la complejidad social la han ampliado. Tampoco esto es una novedad, pues desde las civilizadas proclamas en el Areópago ateniense hasta las múltiples redes informativas de hoy, han variado los métodos pero se ha mantenido la esencia.

El boca a boca; el pregonero; los chasques; la imprenta; los diarios; el telégrafo; la radio; el cine; el teléfono; la televisión, el fax; internet y sus derivados. Todos instrumentos a disposición de quien quiso y pudo o puede utilizarlos. En el transcurso de los siglos, mediante su utilización - noble o no - se crearon y derrocaron imperios; provocaron guerras y reconciliaciones; fomentaron o destruyeron culturas y - en suma - manipularon a la opinión pública mediante la creación de estados de conciencia voluntaria o involuntariamente aceptados.

¿Tan grave es el fenómeno? La respuesta es positiva y cada interesado deberá formulársela, en lo posible sin condicionamientos ajenos. Un análisis fino de las reacciones individuales probablemente lleve a la conclusión de que el juicio independiente es un valor escaso. No se concibe al individuo despojado de toda influencia. Sus orígenes, idioma, familia, etc. lo dotan de la personalidad que exhibe.

Hasta aquí, es comprensible. ¿Pero que ocurre cuando el mismo individuo se convierte en receptor de los estímulos que llegan a través de los medios? Pues que frente a ellos deberá hacer valer sus convicciones y su capacidad de juicio para interpretar lo que recibe.

Ocurre que las masas innominadas que conforman los grupos sociales, carecen en grado elevado de formación para el juicio crítico. No han sido educados para su manejo y resultan - en consecuencia - altamente permeables a los mensajes conmovedores antes que a los que requieren reflexión.

Los ejemplos en la historia son numerosos y muchos de ellos recientes. Se requiere un líder o un grupo de dirigentes motivadores o mejor aún, dotados de la capacidad de seducción necesaria para llegar a los públicos que le interesen. Benito Mussolini, por ejemplo, levantaba a las masas en sus presentaciones públicas. Su contemporáneo Hitler, utilizó la radio con identico objetivo. Desde entonces y hasta ahora, aparecieron numerosos émulos que han acudido a los medios antes que a los fines (con perdón por el juego de palabras).

Con solo recordar estas menciones, debería alcanzar para atisbar hasta donde llega la manipulación ejercida a través de los medios de comunicación. No obstante, es interesante pensar que los modos políticos fueron producto por igual de los métodos de producción y de la comunicación.

Las monarquías respondían a etapas agrícolas. La industrialización dió origen a la burguesía y el alumbramiento de los sistemas democráticos. El acceso a la información amplia y a bienes confortables, extendió su alcance. Precisamente, el volúmen y variedad de vehículos informativos que caen sobre el individuo contemporáneo, no tiene parangón. La manipulación es mucho más amplia y más activa. No habría que sorprenderse si de su mano aparecen nuevos modos de liderazgo y hasta de sistemas políticos.

En consecuencia, la manipulación comunicacional continúa siendo un riesgo, que se amplía al compás de la expansión social y la tecnología. Quien se interese en pensar sobre el futuro, no puede omitir su influencia decisiva.