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Por Federico Baraldo
¿Dónde está la realidad?
25 de noviembre de 2009
La inquietud planteada podría transitar entre la canción de los tres chanchitos y la duda metódica cartesiana. Sin llegar a tales opuestos, trata de escudriñar en la percepción de los ciudadanos sobre la catarata de informaciones que reciben de forma constante.

¿Cuánto y qué le queda a cada uno del caudal noticioso cotidiano? Pregunta fácil con respuestas complejas. En primer término, no todos los miembros de la sociedad poseen los mismo hábitos ni los mismos intereses. Un grupo social mantiene la saludable costumbre de la lectura diaria. Otro -sensiblemente más numeroso- satisface su curiosidad informativa mediante la radio y la TV. Un tercer sector en crecimiento exponencial, se sirve de internet para acceder a portales, blogs, etc y un porcentaje muy posiblemente mayoritario no tiene otras fuentes informativas que las que le llegan por vías informales. En buen romance, se mantiene al margen de la dinámica noticiosa.

¿Esta apreciación implica un cambio en los modos y costumbres respecto a épocas pasadas? Sin duda, en cuanto al medio por el que se informan. Los diarios y revistas ven como se reduce año a año la cantidad de compradores de sus ediciones. En contraposición, crece la influencia de los medios audiovisuales y porciones importantes de consumidores de noticias se incorporan a la consulta frecuente de los medios informáticos. Lamentablemente, la legión de analfabetos funcionales aumenta bajo la influencia del desinterés, el estado de necesidad y el aislamiento propio de la despersonalización.

Buen tema para los analistas de comunicación, aunque no revele demasiadas cosas nuevas bajo el sol mediático. La humanidad transita por los diversos estadíos de su historia por circunstancias relativamente comparables que pasaron desde el acceso a la educación a grupos privilegiados, hasta la posibilidad para todos. La Argentina, desde los albores de siglo veinte fue un buen ejemplo en la materia. La escuela primaria obligatoria y la reforma universitaria permitieron formar una sociedad de oportunidades. De esa manera, el hijo del jornalero podía soñar con un título profesional. Así ocurrió en beneficio de cientos de miles de casos.

Desde la escuela se inducía a la lectura y el debate de ideas era casi un deporte nacional. En algún momento, este escenario cambió y tomó un rumbo diferente. La primicia reemplazó al análisis y el debate fué desplazado por el impacto momentáneo. ¿Contribuyeron los medios de comunicación a estas variaciones? Sin duda. Se adaptaron a los nuevos modos y procuraron incorporar su lógica.

El diario tomó primero formatos televisivos y hoy los ajusta al estilo de internet. Los consumidores de información han descubierto que pueden ser actores - al modo de una suerte de wikipedia noticiosa - y el resultado es una mezcla en ebullición cuyo resultado final aún no se avizora.

Mientras tanto, los desplazados del circuito informativo, aumentan en número y no despiertan la atención de los editores de los medios poderosos. Pero conviene no engañarse.

No forman parte del grupo de información institucionalizada, pero poseen sus propias fuentes alternativas. El relevamiento de radios comunitarias ubicadas en zonas marginales muestra cifras asombrosas. No es lo único. Numerosas emisoras reflejan temas de interes para grupos sociales y hasta existe un reducido grupo de periódicos con características comparables.

Semejante comprobación sirve para mostrar que los multimedios y los grupos periodísticos poderosos llegan a públicos no masivos. Su importancia radica en que alcanzan a los sectores con mayor curiosidad por seguir la realidad. Muy genéricamente se los puede encasillar en las clases medias. La historia enseña que esta franja social es la que promueve los cambios políticos. Allí radica su importancia y - aunque deteriorada - es la que aún impera en la Argentina.