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25 de abril de 2024
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Por Rodolfo Rossi
La lucha continúa
El ex presidente del BCRA advierte que si bien el canje fue un éxito, queda mucho trabajo por hacer.
1 de enero de 2000
8-03-05

En las postrimerías del 2001 nuestro país estuvo al borde del caos social. Azotados por una fortísima crisis moral y económica, una muy buena parte de los argentinos perdimos nuestros puestos de trabajo, menguamos nuestros ingresos, se resintió seriamente el patrimonio y la actividad económica; el endeudamiento público y privado se hizo insoportable. La brújula de la identidad nacional pareció perdida.

No es el propósito de este escrito volver sobre los causales responsables del colapso sufrido. Su esencia fue el abandono y casi exclusión del aporte del capital y el trabajo argentino como sustento del ser nacional y el endiosamiento del endeudamiento en moneda extranjera que nos hacia francamente dependiente en las decisiones del exterior.

Llegando casi al abismo, la propia racionalidad o sensatez está llevando paulatinamente a la recomposición de los valores nacionales. Estamos siendo protagonistas de la recuperación.

Recuperamos primeramente la identidad argentina para ser dueños de nuestro destino. Se consolidó la pesificación transaccional. Se redujo con mayoritaria aceptación (76,07%) el endeudamiento externo público nacional de U$S 191.254 millones a U$S 125.283 millones, acorde con la capacidad del pago del país, sin afectación de su crecimiento.

¿Estamos satisfechos por lo realizado? Sí.

¿Podemos quedarnos tranquilos frente al futuro inmediato? No.

¡La lucha continúa! Quedan unos buenos trabajos pendientes.

Frente a los organismos internacionales (FMI, BIRF) continuaremos lógicamente las relaciones financieras, defendiendo los intereses nacionales, no admitiendo su intervención en lo que ellos definen “Reformas Estructurales” o injerencia alguna en nuestra política económica doméstica.

Contratos, inversiones de las empresas privatizadas que brindan servicios públicos y tarifas están siendo analizados y revisionados para garantizar sus respectivos cumplimientos pero, deteniéndonos con especial énfasis en el buen (o mejor) servicio para los usuarios o consumidores.

Todos los argentinos debemos reducir nuestros costos (aumento de la productividad). Estimular la competencia. No dejarnos tentar por el consumo fácil. Premiar la inversión productiva y eliminar todo tipo de monopolio o imperfecta fijación de los precios.

Debemos seguir creciendo, única forma de reducir hasta su extinción el paro o la desocupación.

El sector público nacional consolidado (Nación y Provincias) obtuvo superávit (los impuestos y contribuciones son superior a las erogaciones, en estos últimos años). Debemos continuar en esa trayectoria debiendo, también mejorar las prestaciones ineludibles del Estado (educación, sanidad, seguridad, justicia, defensa de la soberanía, apoyo al necesitado o indigente, obras públicas requeridas para el mejoramiento de la infraestructura y para la reducción de los costos generales, genuinamente financiada).

La actual relación cambiaria que nos vincula económicamente con el exterior es adecuada al crecimiento ya que nos hace más competitivos, coadyuvando al incremento de las reservas de divisas indispensables para el cumplimiento de los compromisos fiscales asumidos. El BCRA ha expandido la oferta monetaria para el mantenimiento del actual valor cambiario competitivo. Tal mayor oferta no necesariamente debería tener efecto inflacionario porque se está monetizando la economía y el dinero creado va a las entidades financieras, lo que les permite la cancelación de obligaciones de redescuentos (absorción de moneda por el BCRA), lo que determinará la existencia de un sistema financiero más confiable que el colapsado en el año 2001.

Es conveniente la recuperación paulatina del salario real. El mismo debería ir mejorando (no nominalmente cuando el aumento de los salarios se transfiere a los precios).

Las empresas productivas están teniendo buenos resultados económicos. Para su consolidación y crecimiento deberían absorber una muy buena parte de los ajustes salariales ya que una saludable distribución del ingreso asegurará la continuidad del crecimiento de la demanda.

Los acuerdos de las convenciones colectivas salariales no deberían ser mirados o asumidos como un hito inflacionario (donde pierde el ingreso fijo rezagado) sino como un hecho fundamental de carácter distributivo para asentar el ingreso del capital y del trabajo.

El Estado sólo debería tener intervención frente a la pérdida eventual del equilibrio (por la preponderancia de algunas de las fuerzas) para el restablecimiento de la simetría y el aseguramiento de la virtual estabilidad económica (vulnerada solo por factores exógenos o estacionales) actualmente existente.

La lucha continúa. Debemos estar velando permanentemente por una Argentina mejor donde el premio será el fruto del trabajo y del esfuerzo en plena vigencia del interés de todos los argentinos.