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Rodolfo C. Rossi
Argentina: inflacion y después
15 de abril de 2010
La inflación que preocupa tiene muchas causales. Sintéticamente, registrando solo algunas, se puede mencionar el persistente aumento del gasto público, el incremento del consumo, la carencia de inversiones del año 2009 (inversión bruta interna negativa), la existencia de una relación cambiaria alta, las no buenas expectativas por desconfianza institucional.

Tratando de ser contemplativo, es de señalar que el citado aumento del gasto público, en buena parte, es consecuencia de transferencias a Provincias (Fondo Federal Solidario y transferencias discrecionales no automáticas, que compensaron la disminución de los giros automáticos de la Coparticipación Federal) y en la inversión real directa que creció el 51 % el año pasado y representó el 3 % del PIB. Este año el Sector Público tiene como cargo adicional, la Asignación por Hijo para Protección Social, el incremento de las Asignaciones Familiares del 33 %, que en conjunto representan mayores erogaciones, por algo más del 1 % del Producto. Con tales obligaciones y otras comprometidas, es de estimar, para el año 2010, un aumento adicional del 30 % en el Gasto Público, porcentaje prácticamente similar al crecimiento registrado en el 2009, lo que elevaría las Erogaciones Corrientes, a aproximadamente, $ 400.000 millones. Y los recursos fiscales, aun incentivados por la inflación, probablemente no alcanzarán, requiriéndose nuevas inventivas financieras, contables para el “cierre” de los resultados.

La crisis económica iniciada en Julio del 2008 requirió, en la mayor parte de los países del mundo, un incremento del gasto público, frente a la reducción de la actividad privada. Es cierto el sentido social de tal incremento del gasto, que está permitiendo sortear medianamente, las serias dificultades globales, omitiendo temporalmente, severos ajustes económicos. Pero, es probable que en nuestro país, se esté fallando en el destino del gasto público social, ya que en circunstancias, se premia el subsidio poco productivo, en lugar del gasto-inversión en educación, capacitación, tecnología, creación real de empleo. Ello de por sí, generaría riqueza futura, a partir del gasto público social.

Los ingresos del Sector Público Nacional en 2009, alcanzaron a $ 304.931 millones = 27,35 % del PIB. Las erogaciones del Sector Público fueron $ 316.543 millones = 28,40 % del PIB. Tal importe, se vio disminuido por $ 4.400 millones, por utilidades distribuidas del BCRA + $ 9.329 millones, por ingresos de 2.454 millones de DEGs (aumento del capital del FMI) y $ 15.155 millones de utilidades del Fondo de Garantía de Sustentabilidad de la ANSES. En virtud de ello, se registró una erogación neta de $ 287.659 millones. Se logró un resultado primario positivo de $ 17.272 millones = 1,55 % del PIB. El resultado financiero final, fue negativo, ya que el pago de intereses sumó cerca de $ 25.000 millones (2,2 % del PIB), creciendo casi 40 % interanual, incidido por el efecto de los canjes de deuda realizados durante el año y el mayor pago de cupones ligados a la evolución del PIB.

El Tesoro Nacional cubrió sus necesidades de financiamiento, a través de Adelantos Transitorios del Gobierno Nacional por $ 19.750 millones (US$ 5.202 millones), Préstamos del Banco de la Nación Argentina por $ 8.300 millones (US$ 2.186 millones) y el uso de todos los excedentes de la agencias del Sector Público Nacional. El financiamiento expuesto del Sector Público Nacional, alcanzó a US$ 9.845 millones, o sea más del 3,25 % del PIB.

La base monetaria creció en el año 2009, en $ 12.901 millones o sea el 11,8 %, en tanto que las reservas internacionales, que aumentaron US$ 1.581 millones, en su efecto monetario, fueron esterilizadas por los Bonos de Absorción Monetaria. O sea, que la inflación “minima”, sin crecimiento productivo, fundamentada en la creación de moneda sin respaldo, fue cercana al 12 %.

Es de señalar, que entre Diciembre de 2009 y Enero de 2010, el crecimiento de los Medios de Pagos fue de $ 23.271 millones (varió de $ 180.938 millones a $ 204.209 millones), o sea tuvieron un aumento del 12,9 %, realmente extraordinario, superando las previsiones de estacionalidad. Y los aumentos de precios y el mayor consumo provisto, fue plenamente financiado. Buena parte de los ajustes fiscales estuvieron, seguramente realizados, en esos 2 meses de “jolgorio monetario”. Esa es la manifestación monetaria de la inflación.

La inflación es un impuesto. El gasto, que no puede financiarse con ingresos genuinos, como son los impuestos y contribuciones, se financia con un recurso, aparentemente indoloro, como es la moneda emitida, usándose, en numerosos casos, todos los artilugios y la creatividad contable, para su posible disimulo.

El Sector Público, tiene con la emisión monetaria sin respaldo y la consiguiente inflación, algunos sutiles beneficios, como aprovisionar el crecimiento nominal del Producto Bruto, disminuir la incidencia del Gasto en su relación al citado Producto, licuar los pasivos en moneda nacional e inicialmente, alentar el consumo, que crece con el aumento de la cantidad y velocidad del dinero.

La utilización de este recurso de financiamiento fiscal, es peligroso. La emisión monetaria y el aumento de los precios, tiene inicialmente, beneficios para la economía. Crece el consumo, la inversión y la ocupación y el salario nominal, pero, simultáneamente, se inicia una constante carrera por carencia de liquidez y adicionales emisiones de moneda, son necesarias. Es lo que se conoce, como “espiral de inflación”. De no ser provista, una mayor expansión monetaria, caerá ineludiblemente, el empleo, se reducirá el consumo y la inversión y con ello, la productividad de la economía. Y entonces, se produce irremediablemente, el “ajuste”, aunque nadie lo quiera.

El desafío del aumento continuado del gasto público, fundamentalmente no productivo, constituye, en esta instancia un desafío. La demanda agregada creada, se está volcando, principalmente, a incrementar los precios, en lugar de impulsar la inversión. Frente a ello, la limitación, al aumento de los precios o los salarios o las ganancias, llevará, fatalmente, a la carencia de financiamiento fiscal y privado, con una economía de estancamiento, por la distorsión de los precios relativos. Esa, no es la solución. La solución debe encontrarse en un sistema de libertad y competencia, con un Estado conciente administrador del gasto público. Lo otro, no es solución. Es indudable, que si llegáramos a ese extremo, ya no se estaría tratando de resolver la crisis de la economía del gasto público, sino estaríamos intentando de resolver la crisis de la economía a secas.