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29 de marzo de 2024
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Por Iván Damianovich
El duelo por Kirchner que transita por dos caminos
18 de noviembre de 2010
El duelo que atraviesa la presidenta Cristina Fernández a raíz de la muerte de su esposo Néstor Kirchner tiene características singulares y exhibe con el correr de los días aristas diferentes que abarcan no sólo su espacio íntimo de dolor sino también el espectro público en el que ella se manifiesta.

Nadie podrá jamás reprocharle a ella como a cualquier persona que ha perdido un ser querido el tiempo que requerirá para restablecer su espíritu. Nadie podrá esgrimir si un mes, un año o el resto de la vida es tiempo suficiente para procesar interiormente ese desgarro.

En cambio, el singular rol que desempeña al frente del Poder Ejecutivo le pone límites a ese duelo. Son límites políticos e institucionales, no escritos, que deberá atender.

En un comienzo, ante el shock emocional que produjo la noticia de la desaparición física del ex presidente, ambos duelos, el privado y el público, estaban unidos. Si bien siempre hubo espacios diferentes, puede afirmarse que la sociedad en su conjunto y el kirchnerismo en particular compartieron un ámbito de dolor junto a Cristina.

La noticia de la muerte, la manifestación espontánea en la noche del 27 de octubre a Plaza de Mayo, la llegada a Buenos Aires de los restos mortales de Kirchner, el desfile de sus seguidores por la capilla ardiente instalada en la Casa Rosada, la inhumación en Río Gallegos y la transmisión televisiva ininterrumpida establecieron que el duelo de Cristina era también el duelo de la sociedad.

Con el correr de los días, esa realidad se fue modificando: la vida continuó, el impacto de la noticia comenzó a diluirse, la dirigencia política volvió a trenzarse en cuanta discusión hubiera al alcance, y el ritmo natural de las cosas colocó en la agenda pública otros temas. Así, el duelo íntimo y público comenzaron a separarse. Son caminos diferentes que nunca más volverán a confluir.

Sin embargo, la Presidente no da muestras de decodificar esta realidad o, al menos, ha decidido no hacerlo. En los hechos, Cristina ha vuelto a la escena pública, encabezó actos, habló por cadena nacional, se fotografió en el despacho presidencial y hasta twiteó.

Pero en la mayoría de sus apariciones públicas se muestra vulnerable, al borde del llanto y con constantes alusiones a “él”, en referencia a Kirchner. Revela, además, intimidades de su familia como las conversaciones con sus hijos o el sentimiento que la embarga cuando está en casa.

Habrá quienes lean en esta dimensión del duelo una intencionalidad política. O quienes sostengan que al ser tan doloroso es imposible soslayarlo o escindirse de tanta angustia.

Pese a todo, parece haber llegado el momento de dividir las aguas y dejar el duelo en el ámbito privado todo lo que se pueda. El cargo lo exige y la sociedad parece demandarlo. El tiempo de los vivos revela todavía muchas necesidades.