La utilidad del Mercosur hay que buscarla, más que en el comercio intrazonal, en el significado que esta región adquirió en el comercio internacional.

El Mercosur nos está posibilitando, a través de acuerdos del bloque con India, China, Sudáfrica y los Países Árabes, ampliar nuestras exportaciones en todas las direcciones. Están todavía pendientes otras negociaciones, entre ellas la más importante con la Unión Europea.

En el primer trimestre de este año las exportaciones del Mercosur al resto del mundo crecieron un 21 por ciento respecto de igual período del 2004.

Es necesario tener en cuenta que el ALCA, tal como está hoy concebido por los norteamericanos, no es más que un intento de colocar sus excedentes de producción y trasladar continentalmente las recetas del fallido Consenso de Washington.

Este, y otros temas -como el mejoramiento institucional del Mercosur y cuestiones ligadas a la libre circulación de personas, implementación y unificación normativa en materia de seguridad social, planes de estudio, como así también, proyectos comunes de infraestructura e inversiones del sector publico junto con la defensa común de recursos naturales- forman parte de las cuestiones de interés y estudio en nuestra comisión.

Previo a cualquier consideración puntual sobre las relaciones comerciales con Brasil, hay que tener en cuenta que ese país es y seguirá siendo vecino de Argentina.

No se mudará de continente ni tampoco lo haremos nosotros. Somos del mismo barrio. Por lo tanto, esa realidad no cambia, pertenezcamos o no al Mercosur.

Lo que sí cambia es que con el Mercosur hay un escenario de diálogo y ventajas que no tendríamos sino existiera ese espacio regional.

Hechas estas consideraciones digamos que en este 2005, después de varios años de haber tenido superávit de balanza comercial a favor, la Argentina tiene balanza deficitaria con su vecino más importante.

Así que depende de qué serie tomemos se puede decir que al país le fue bien o mal en esa materia. Cualquiera que utilicemos, 6, 5 o los 4 últimos años, arrojará un saldo favorable al país.

La manera de equilibrar el déficit comercial con Brasil es mejorar los alicientes para el desarrollo industrial del país y darle un carácter más abarcativo.

Esto implica bajas tasas de interés, ventajas fiscales, fuertes inversiones del sector privado para mejorar sus escalas de producción y sostenimiento de una política de cambio competitivo.