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Por Condoleezza Rice
Un camino hacia la paz duradera
En esta columna, difundida por la embajada de EEUU, la funcionaria norteamericana plantea la visión del gobierno de Bush para superar el conflicto Israel-Líbano
17 de agosto de 2006
Durante este último mes Estados Unidos ha trabajado con urgencia para poner fin a la violencia que Hezbolá y sus patrocinadores han impuesto a los pueblos del Líbano e Israel.

Al mismo tiempo hemos insistido en que un alto el fuego realmente eficaz exige un cambio decisivo para salir del statu quo que originó esta guerra. El viernes pasado dimos un paso importante hacia esa meta, con la aprobación unánime de la resolución 1701 de las Naciones Unidas. Ahora comienza la difícil y crítica tarea de aplicarla.

El acuerdo que alcanzamos consta de tres pilares esenciales:

Primero: se establece el cese completo de las hostilidades. También insistimos en la liberación incondicional de los soldados israelíes secuestrados. Hezbolá debe suspender de inmediato sus ataques contra Israel, e Israel debe frenar sus operaciones militares ofensivas en el Líbano, aunque se reserva el derecho de cualquier estado soberano a defenderse. Este acuerdo entró en vigor el lunes, luego de que los gabinetes ministeriales de Israel y el Líbano aceptaran sus condiciones.

Segundo: esta resolución ayudará al gobierno democrático del Líbano a ampliar la autoridad de su soberanía. La comunidad internacional ha impuesto un embargo a todas las armas destinadas al Líbano sin el consentimiento del gobierno. También estamos mejorando la UNIFIL, la fuerza de la ONU actualmente en el Líbano. La nueva UNIFIL tendrá un mandato robusto, mejor equipo y hasta 15.000 soldados, cifra que es siete veces mayor que su actual composición. Junto a esta nueva fuerza internacional las Fuerzas Armadas del Líbano se desplegarán al sur del país para proteger al pueblo libanés y evitar que grupos armados como Hezbolá puedan desestabilizar la región. A medida que ocurra este despliegue, Israel se retirará detrás de la “línea azul” y se implantará un alto el fuego permanente.

Finalmente, la resolución dispone claramente los principios políticos que garantizan una paz duradera: ninguna fuerza extranjera, ningún arma y ninguna autoridad en el Líbano que no sea la del gobierno libanés soberano. Estos principios representan el consenso internacional inveterado, que ha sido afirmado y reiterado durante décadas, pero que nunca se ha aplicado completamente. Ahora, por primera vez, la comunidad internacional ha puesto todo su peso detrás de una estructura política práctica que ayude al gobierno libanés a concretar estos principios, lo que incluye el desarme de todas las milicias que operan en su territorio.

La puesta en práctica de la Resolución 1701 no sólo beneficiará a Israel y al Líbano, sino que también tiene importantes repercusiones regionales. Dicho de manera sencilla: es una victoria para todos aquellos que están comprometidos con la moderación y la democracia en el Oriente Medio, y una derrota para aquellos que quieren socavar estos principios con violencia, en particular los gobiernos de Siria e Irán.

Mientras el mundo entero se pasó el mes pasado trabajando en favor de la paz, los regímenes de Siria e Irán trataban de prolongar e intensificar la guerra que Hezbolá comenzó. La última vez que esto ocurrió, hace diez años, Estados Unidos negoció un alto el fuego entre Israel y Siria. El juego diplomático estuvo a cargo de otros, quedaron excluidos los libaneses. En la actualidad, Siria ya no ocupa el Líbano y la comunidad internacional está ayudando al gobierno libanés a crear las condiciones para una paz duradera, es decir, independencia total, soberanía total, democracia eficaz y un Hezbolá debilitado con menos oportunidades de rearmarse y reagruparse. Una vez se ponga en práctica, este será un revés estratégico para los regímenes de Siria e Irán.

El acuerdo que alcanzamos la semana pasada es un buen primer paso, pero es solamente un primer paso. Aunque esperamos que culmine en un alto el fuego permanente, nadie debe esperar un alto inmediato de todos los actos de violencia. Es un alto el fuego frágil y todas las partes interesadas deben intentar reforzarlo. Nuestra diplomacia ayudó a terminar la guerra. Ahora viene el duro y largo trabajo de asegurar la paz.

Si miramos hacia el futuro, nuestro desafío más apremiante es ayudar a que los cientos de miles de personas desplazadas dentro de Líbano puedan regresar a sus hogares y reconstruir sus vidas. Este esfuerzo de reconstrucción será dirigido por el gobierno del Líbano, pero se precisará la generosidad del mundo entero.

Por nuestra parte, Estados Unidos encabeza la operación de ayuda para el pueblo del Líbano, a quien daremos nuestro apoyo pleno a medida que reconstruyen su país. Como primera medida hemos aumentado nuestra ayuda humanitaria inmediata a 50 millones de dólares. Para asegurar los beneficios de la paz, el pueblo del Líbano debe surgir de este conflicto con más oportunidades y una prosperidad mayor.

Ya hemos escuchado a Hezbolá tratando de adjudicarse la victoria. Pero otros, en el Líbano, y en toda la región, se preguntan qué es lo que realmente ha logrado el extremismo de Hezbolá: cientos de miles de personas desplazadas de sus hogares. Viviendas e infraestructura destruidas. Cientos de vidas inocentes perdidas. La culpa del mundo por provocar esta guerra.

La gente inocente en el Líbano, en Israel y en todo el Oriente Medio ha sufrido demasiado tiempo en manos de los extremistas. Es el momento de superar los viejos hábitos de violencia y de lograr una paz justa, duradera y amplia. Ese es nuestro propósito, y ahora hemos dado los primeros pasos para conseguirlo. Nuestra política es ambiciosa, es cierto, y difícil de lograr. Pero es la correcta. Es realista. Y, en último término, es el único camino eficaz hacia un futuro más esperanzador.