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24 de abril de 2024
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Por Manuel Solanet
Aranguren, Shell y una persecución abusiva
Guillermo Moreno consiguió que la justicia acogiera su causa contra la Shell y sus directivos. En el armado de su presentación judicial no dejó de recurrir a la utilización de toda una artillería legal de dudosa vigencia y aplicabilidad.
4 de septiembre de 2007
El implacable Guillermo Moreno, controlador de precios y manipulador de índices, consiguió que la justicia acogiera su causa contra la Shell y sus directivos, aunque no pudo lograr la detención de su presidente, su objetivo de máxima. En el armado de su presentación judicial no dejó de recurrir a la utilización de toda una artillería legal de dudosa vigencia y aplicabilidad. Moreno esgrime leyes creadas alguna vez para perseguir y culpar a empresarios en momentos de crisis inflacionarias, que naturalmente desconocían que esas crisis siempre fueron originadas por los propios gobiernos. Cuando el país pasó por momentos de mayor racionalidad esas leyes fueron derogadas u olvidadas, pero hoy se las resucita.
La guerra contra Shell viene desde hace un par de años cuando el presidente Kirchner lanzó al escrache a sus piqueteros afines y arengó a los consumidores a no comprar productos de la compañía. El pecado había sido el lanzamiento de un gas oil Premium a un precio algo mayor que el común. No había ley que lo impidiera, ni tampoco que le permitiera al gobierno fijar precios en los combustibles líquidos. El control de los aumentos se venía haciendo por simple presión oficial sobre las empresas, contando con el miedo de éstas de no acatar las instrucciones oficiales. El atajo comercial de Shell fue considerado como una trampa insolente, por un gobierno acostumbrado a generar temor y obediencia. No se lo perdonaron jamás. No solo le enviaron piqueteros y se llamó al boicot. La compañía comenzó a recibir inspecciones y a sufrir multas por cualquier detalle y de forma ostensiblemente diferente a las otras petroleras. Se la acusó de desabastecer el mercado de gas oil, cuando en realidad se trataba de una escasez general y a pesar que sus ventas habían subido más que las del resto. El fenómeno del desabastecimiento y del aumento de costos y precios, no es más que una consecuencia de errores de un gobierno que originó la inflación y que intenta reprimirla en sus consecuencias y no curarla en sus causas.
Debe destacarse la actitud de Aranguren. Desde el primer episodio expuso públicamente sus razones, motivando la inmediata réplica amenazadora del gobierno. Esto no lo atemorizó. Mantuvo su posición y replicó a su vez. La verdad lo acompañaba e insistió con ella. El gobierno sacó a relucir la Ley de Abastecimiento, ya derogada, y lo amenazó con la cárcel. Finalmente ahora lo está intentando formalmente. Aranguren no ha cedido y continúa respondiendo, siempre con tranquilidad pero con firmeza. Esta actitud debe ser aplaudida, así como la de su empresa, que sostuvo su autoridad y representación frente al riesgo de los daños que puede causarle un gobierno para el que no parece existir la ley ni la justicia.
Para muchos, el ataque a Shell Argentina tiene el propósito de desvalorizarla para lograr luego su venta al eje Pdvesa – Enarsa – Casa Rosada. Shell ha reiterado que por ahora no venderá su operación en la Argentina. Distinto ha sido el caso de Esso, que ha puesto en venta su filial local, evidenciando el deterioro del marco económico e institucional creado por estas intervenciones y abusos. El caso Shell y la venta de Esso, como toda desinversión extranjera, perjudican a la Argentina y no son más que expresiones de un deterioro institucional y moral que tiene su epicentro en la cúpula del gobierno.
Manuel A. Solanet