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26 de abril de 2024
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Lecciones, a un año del colapso de Lehman Brothers
Columna del economista Emilio Ocampo en La Nación
20 de septiembre de 2009
El lunes 15 de septiembre de 2008, luego de un fin de semana de negociaciones frenéticas el banco de inversión Lehman Brothers anunció su bancarrota, provocó pánico en los mercados mundiales y marcó un hito de la crisis iniciado a mediados de 2007, que ya había cobrado algunas víctimas importantes, como Bear Stearns, Fannie Mae y Freddie Mac. La caída puso al sistema financiero global en terapia intensiva.

El impacto fue magnificado por la sorpresa. El mercado había incorporado en sus expectativas la posibilidad de un salvataje. No parecía muy lógico dejar caer a Lehman, con 158 años de historia y presencia en los principales centros financieros.

Ese fatídico fin de semana, Paul Krugman advirtió que sería como jugar a la ruleta rusa con el sistema financiero mundial. Los hechos posteriores confirmaron que había quedado una bala en la recámara. En las semanas siguientes, el índice Dow Jones cayó casi un 40%. Para abril último, el FMI estimaba que las pérdidas por la crisis subprime excederían 2,7 billones de dólares en Estados Unidos y cuatro billones a nivel global. La recesión resultante le ha costado a la economía norteamericana casi seis millones de puestos de trabajo.

¿Qué han aprendido los mercados, los economistas y las autoridades?

Los mercados financieros se han recuperado notablemente. Desde su punto más bajo, en marzo, el índice Dow Jones ha subido casi un 50%. Hoy parece increíble que hace un año la economía mundial se encontraba al borde del abismo. Los temores a una recesión severa similar a la de los años treinta se han desvanecido. Fue gracias a la intervención sin precedentes de los gobiernos y bancos centrales de Estados Unidos y de Europa. Esta reacción es uno de los aspectos en que esta crisis más difiere de la de 1930. El total de recursos comprometidos por el tesoro norteamericano y por la Reserva Federal se aproxima a 13 billones de dólares, o el 90% del PBI.

Casi un billón de dólares fueron utilizados para rescatar a Bear Stearns, Fannie Mae, Freddie Mac, AIG, Citigroup y Bank of America. Así, la decisión de Paulson de dejar caer a Lehman Brothers por no comprometer 30.000 millones de dólares parece aún más cuestionable.

La rápida recuperación de los mercados ha tomado a muchos por sorpresa. ¿Es sostenible? Warren Buffet y Paul Tudor Jones son escépticos. Aunque la economía real también parece haber tocado fondo y comienza a mostrar signos de recuperación, no está para nada claro si esta recuperación será lo suficientemente vigorosa. ¿Es necesario seguir estimulando la economía o es hora de poner los frenos?

La principal víctima de esta rápida recuperación ha sido la reforma financiera. En Estados Unidos, las crisis han dado lugar a reformas radicales. Hace sólo unos meses, Obama propuso "una profunda revisión del marco regulatorio del sistema financiero, una transformación de una magnitud que no hemos visto desde las reformas que surgieron de la Gran Depresión". Un documento de 88 páginas presentado al Congreso contiene las bases.

Obama busca eliminar la estructura bizantina de regulación que permitía elegir el regulador más benigno, otorga más poder a la Reserva Federal, propone aumentar los requerimientos de capital mínimo y poner bajo control regulatorio al sistema financiero paralelo, que incluía a hedge funds , bancos de inversión y aseguradoras, como AIG.

En general, estas medidas han sido aplaudidas, pero miembros del Congreso, analistas, premios Nobel e inversores las han criticado. Algunos, como Krugman y Stiglitz, porque consideran que no es lo suficientemente profunda, y otros, como Becker, porque introduce regulaciones innecesarias y otorga más poder discrecional a la Fed.

Uno de los problemas es que no modifica la estructura de compensación de los banqueros ni el papel de las agencias calificadoras de riesgo, aunque admite que jugaron un rol fundamental en originar la crisis. Hasta los propios bancos reconocieron que sus esquemas de compensación generaban incentivos perversos.

Los bancos de inversión de Wall Street murieron sólo en nombre. Su actividad es ahora desarrollada bajo otro formato y, desde hace unos meses, está en auge. Los paquetes de compensación de la industria para este año son comparables a los de 2005 y 2006, pese a que sin el dinero público las instituciones más grandes no hubieran sobrevivido.

Esto demuestra una vez más la incapacidad de los banqueros de autorregularse. Es escandaloso que mientras seis millones de norteamericanos se hayan quedado sin trabajo aquellos que fueron en parte responsables de la crisis cobren remuneraciones multimillonarias. Es una perversión del capitalismo: ganancias privadas, pérdidas públicas.

Según los más críticos, la timidez de la reforma demuestra el enorme poder de lobby del sector financiero. No sólo se trata de que la reforma contribuya a evitar nuevas crisis, sino también a que el sistema financiero cumpla su función de asignar eficientemente los ahorros de la economía. La evidencia sugiere que esto no es así.

Entre 1950 y 1980, el sector generaba, en promedio, alrededor del 10% de las ganancias del sector privado en Estados Unidos. Aumentó a 22% en la década de los noventa y llegó a 41% durante los años picos de la burbuja inmobiliaria.

Pero el espíritu reformista pierde ímpetu en el Congreso. Si los mercados siguen recuperándose, es de esperarse que la reforma sea tímida.

En una entrevista reciente, Alan Greenspan declaró que otra crisis era inevitable en los próximos diez años. Dijo que las crisis eran inevitables, parte de la condición humana. Algo de razón tiene. Desde hace más de 200 años, el mundo sufre crisis con frecuencia regular.

Sin embargo, una reforma que elimine los vacíos regulatorios y una estricta supervisión del sistema financiero pueden evitar que, en el futuro, las crisis sean tan severas como la actual. Caso contrario, la próxima crisis puede ser tan seria como la última.