Tras un año y medio de profunda crisis, Grecia recibió la confirmación de la Unión Europea para restablecer un segundo rescate financiero que le permita salir de la delicada situación que atraviesa.

A las primeras iniciativas de abril de 2011, le sucedió una reunión de los Representantes de la Unión Europea, el Fondo Monetario Internacional y del Banco Central Europeo con el ministro de Finanzas, Yorgos Papaconstantínu, para evaluar los avances en la aplicación del programa de austeridad de Grecia.

El 6 de mayo, en una reunión de emergencia, se descartó la reestructuración de la deuda como salida y se desmintió rotundamente que Grecia se planteara abandonar la moneda única.

En medio del descontento social, el aumento de la salida de capitales, la presión fiscal para recaudar más y las huelgas generales, Grecia abordó meses muy complejos hasta que finalmente llegó el esperado rescate de la Unión Europea.

La receta de todas formas es muy dura e implicó que 30.000 funcionarios fueran enviados a una "reserva" previa al despido o la jubilación. También que los jubilados menores de 55 años perdieran un 40% del importe de sus pensiones, una reducción de los salarios públicos del 15%; e impuestos a la propiedad inmobiliaria, entre otras medidas de ajuste.

Estas decisiones desataron el rechazo de la población con una gran huelga general de 48 horas (19 de octubre), con varios muertos e infinidad de heridos como saldo.

La Unión Europea congeló el primer envío de fondos a la espera de una unidad en el país. El primer ministro Yorgos Papandreu propuso un referéndum para aprobar o no la medidas de ajuste (31 de octubre), pero luego desistió para la búsqueda de un gobierno de unidad que se logra el 10 de noviembre con la designación del Lukas Papademos, quien juró al día siguiente.