Tras ocho largos meses de insurgencia civil y persecuciones, Muammar Khadafi –el hombre que gobernó Libia con mano de hierro durante 42 años–, murió de la peor manera: asesinado a sangre fría por rebeldes que lo capturaron cuando pretendía huir junto a su familia y seguidores, y su convoy fue bombardeado por la OTAN.

Escondido en el territorio de sus ancestros, en Sirte, tras la caída de Trípoli el 23 de agosto, Khadafi era intensamente buscado, mientras en su pequeño territorio aún resistía con un grupo de fieles seguidores.

Mientras avanzaba con un convoy escapando hacia otro refugio, fue atacado por aviones de la OTAN y en su intento de escape se escondió en un desagüe donde fue encontrado por militantes rebeldes.

Las imágenes mostraron que el dictador estaba herido pero vivo cuando lo subieron a una camioneta para llevarlo a un hospital donde llegó muerto con un balazo en la cabeza.

Fue el final para un hombre que manejó con guante de acero el país desde 1969 y se autodenominaba “guía de todos los libios”.

La crisis en los países árabes que comenzó en Túnez y continuó en Egipto, se expandió como un efecto dominó a Libia y, ya a partir del 12 de marzo, derivó en masivas movilizaciones y hechos de violencia. En abril, la OTAN decidió participar en favor de los rebeldes y comenzó a atacar con bombardeos los centros de poder de Khadafi, quien opuso gran resistencia.

A medida que se fueron conociendo detalles sobre la muerte de Khadafi y el futuro del país, los líderes occidentales salieron a celebrar el fin de la guerra civil en Libia.

De formación militar, llegó al poder el 1° de septiembre de 1969, tras encabezar una revolución en su país.

Ostentaba el sombrío récord de ser el mandatario que más tiempo llevaba aferrado al poder en el continente africano y en el mundo árabe.

Buscó un lugar en la historia con su famoso “Libro Verde” (1975), donde intentó establecer las bases de su propia doctrina, pero tras más de cuatro décadas terminó de la peor manera.