El punto de partida de una enorme ilusión, de un sueño que engloba a millones. Con el viaje a Belo Horizonte, la selección cierra la preparación en el predio de la AFA y la traslada al complejo Cidade do Galo, el búnker argentino en el destino final, a la espera de la presentación con Bosnia, el domingo, en el mítico estadio Maracaná, de Río de Janeiro.

La despedida seguramente no estará marcada por la melancolía ni por la intrascendencia: desde las diversas plataformas de comunicación de la Asociación del Fútbol Argentino se lanzó una convocatoria para que el trayecto que va desde el centro donde se concentra la Argentina hasta el aeropuerto de Ezeiza se tapice con los colores celeste y blanco, se llene de banderas, fluya una vez más la pasión, se refuerce la comunión entre el simpatizante y el equipo.

Será el espacio para que las familias le ofrezcan el último abrazo a la delegación que lidera Messi en la cancha, que conduce Sabella con sus decisiones tácticas. Después será el momento de levantar vuelo, de llevar las ilusiones a lo más alto, de soñar con la copa, ese trofeo esquivo en los últimos seis mundiales.