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17 de diciembre de 2025
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No quiero dormir, para no despertar en un mundo sin Maradona
La conmoción por la muerte de Maradona traspasa lo profesional y llega a lugares íntimos impensados que se multiplican por el mundo. Mito y leyenda
26 de noviembre de 2020
Por Adrián Taccone, para Asteriscos.tv

La noticia conmociona, impacta y hace flaquear las piernas, aún estando sentado. Previsible, pero no esperada -al menos en este maldito 2020-, pero la realidad noquea sin avisar y la Argentina primero y el mundo, en simultáneo, se estremece y parece que nada podrá frenar la tristeza, que inunda las almas.

Escribo y lloro. Lloro y escribo.

Diego Maradona falleció el 25 de noviembre de 2020, a las 13.30 en una casa de un country de la localidad de Tigre.

Dicen que la pelota de fútbol, allí donde estuviera rotando, se detuvo, lagrimeó, lo recordó y al mismo tiempo le agradeció el trato dispensado.

Las palabras a veces están de más. Seguramente no se pueden encontrar los adjetivos que le den el contexto a este momento, que tal vez de manera inconsciente estuvimos esperando desde hace tiempo, porque siempre gambeteó la muerte, por sus adicciones y sus inestabilidades, pero también como periodistas, tampoco queríamos dar.

El Papa, las grandes estrellas mundiales del fútbol como Lionel Messi o Cristiano Ronaldo, los políticos del mundo, los medios periodísticos que hablaron miles de horas, días y años sobre él, quien quiera que sea... Habló sobre Maradona, ese hombre de 1,60 que cuando salía a la cancha se agigantaba hasta límites insospechados.

Escribo y lloro. Lloro y escribo.

Amado. Odiado. Querido. Repudiado. Polémico. Acertado. Temperamental y hasta contradictorio. Eso era Diego Armando, el hijo de "Chitoro" y Doña Tota, el que cuando se ponía la camiseta que sea -en general con la 10 en la espalda- salía a ganar, a divertirse, a ser siempre el pibe de Fiortito detrás de un sueño, que pudo cumplirse y le hizo cumplir a millones de almas.

Cada argentino y seguramente ciudadanos del mundo tiene "su" historia con Maradona, más cercana o más lejana, y así es (...no puedo aún hablar en tiempo pasado), porque su figura trasciende los tiempos, las discusiones, las diferencias. Une detrás de un objetivo en común, el fútbol y la pasión.

Me permito un espacio personal y por eso es que no quiero irme a dormir, porque mañana, y pasado, y en los días, semanas, meses y años venideros, el mundo será más triste, más calmo, más chato o sin demasiado vuelo, porque Maradona, el jugador, el hombre, el argentino, el pibe que cumplió sueños propios y ajenos, ya no estará.

Escribo y lloro. Lloro y escribo.

No quiero dormir, para no despertar en un mundo sin Maradona...